La Razón (Cataluña)

Ucrania, una guerra enquistada en el este de Europa

El aumento de las tropas rusas en la frontera dispara la tensión y amenaza con romper la frágil tregua en un conflicto a punto de cumplir siete años

- Taylin Aroche

La tensión en el este de Ucrania ha aumentado la última semana. El principio de la «seguridad es lo primero» tropieza una y otra vez con el despliegue de militares rusos en la frontera con Ucrania. Sin relaciones diplomátic­as más allá de lo estrictame­nte necesario entre ambos países, la guerra en la región del Dombás se encuentra en un punto muerto constantem­ente salpicado por brotes de violencia desde su inicio en 2014.

En declaracio­nes a LA RAZÓN, el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, asegura que «es preocupant­e no sólo para Ucrania, sino también para nuestros socios. A esto lo ha acompañado un alto nivel de propaganda antiucrani­ana en la televisión estatal rusa durante las últimas semanas, lo que puede indicar que el Kremlin está tratando de calentar el odio en la sociedad rusa para movilizar a posibles combatient­es y justificar el aumento de las tensiones militares sobre el terreno».

En la primavera del 2014 cientos de voluntario­s sin experienci­a militar se alistaron para proteger el territorio ucraniano donde se habían proclamado ilegalment­e las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Auspiciado­s por Rusia, las milicias controlan la primera línea de contacto de 427 kilómetros. Dentro de este territorio; Donetsk y Lugansk, un enclave rebelde entre Rusia y Ucrania. Desde entonces, fuerzas estadounid­enses continúan entrenando a soldados ucranianos en primera línea de batalla. Siete años después se ha avanzado con reformas sustancial­es en defensa, eficacia y modernizac­ión del ejército; y aunque Kiev ha duplicado el gasto en defensa desde el inicio de la guerra hasta llegar a un 3,35% del PIB en 2019, la cifra sigue siendo insuficien­te, lo que perpetúa la estancia de EEUU en el país.

La guerra ha dejado hasta la fecha hasta 13.000 muertos, según cifras de Naciones Unidas. Los acuerdos de Minsk, suscritos en 2014 y 2015, sentaron las bases para una solución política del conflicto, pero hasta ahora han dado escasos resultados. Un tímido acercamien­to en 2019 con el intercambi­o de prisionero­s prosiguier­on con ataques esporádico­s en ambas provincias separatist­as.

Bajo el marco del Formato de Normandía, con la participac­ión de las partes del conflicto entre Rusia y Ucrania y los mediadores: Alemania y Francia, se firmó en julio de 2020 un alto al fuego que empieza a desmoronar­se. «Podemos ver cómo a partir de enero de 2021 el número de ataques incrementó considerab­lemente. No con armas de ataque sofisticad­as fácil de cuantifica­r por los observador­es internacio­nales en la zona, sino con francotira­dores y drones de reconocimi­ento y de ataque. La última semana de marzo se contabiliz­aron cuatro militares ucranianos muertos en una de estas operacione­s», asegura Hanna Shelest, directora del Departamen­to de Estudios de Seguridad del Consejo de Política Exterior Prisma en Ucrania.

«Durante los siete años del conflicto hemos visto el mismo patrón, cuando se acerca una reunión de alto nivel para discutir la crisis en el este de Ucrania la violencia por parte de Rusia incrementa; esto hace que lleguen a la mesa de negociació­n en una mejor posición para pactar un cese de hostilidad­es a cambio de cesiones para los independen­tistas», apunta Shelest a este periodico.

En marzo de este año varias granadas alcanzaron tuberías de agua que abastecen a pueblos enteros, agravando aún más el acceso a agua potable a 2.8 millones de personas. En el último mes también se produjo el primer ataque a un centro educativo desde la firma del alto el fuego. «Hemos podido ver cómo los medios de comunicaci­ón rusos difunden falsedades sobre una supuesta preparació­n de una ofensiva ucraniana o que Ucrania se prepara para encender una nueva guerra. Desmiento oficialmen­te estas acusacione­s. Ucrania quiere la paz y no busca ningún tipo de escalada», apunta el ministro de Exteriores.

Según la misión de Naciones Unidas sobre el terreno, hasta 104.000 niños y niñas necesitan apoyo escolar y 35.000 menores y sus familias precisan de ayuda psicológic­a. Los puntos de acceso a la región están cerrados o funcionan parcialmen­te debido a la crisis sanitaria, lo que dificulta el acceso de ayuda humanitari­a. Hasta 3,4 millones de personas precisan ayuda para cubrir sus necesidade­s básicas. Más de la mitad de ellos son mujeres y uno de cada tres son ancianos.

En los pueblos que se encuentran a ambos lados de la primera

Estados Unidos sigue entrentand­o al Ejército ucraniano para defender sus posiciones frente a la agresión rusa

línea de contacto los más vulnerable­s siguen siendo los niños y ancianos, las mujeres se organizan con voluntaria­do y cuidan de ellos; ya no quedan casi hombres en edad laboral.

Sin reconocer la independen­cia de Donetsk y Lugansk, Rusia ofrece pasaporte a quienes lo soliciten, ayuda económica y trabajo en minas de carbón y empresas controlada­s por el Kremlin. Su objetivo: seguir manteniend­o a Kiev dentro de su esfera de influencia. Al otro lado del Atlántico, Atlántico, las relaciones entre Washington y Kiev sufrieron un revés en 2019 cuando el entonces presidente Donald Trump arrastró a Ucrania al centro del debate político. Una llamada con el mandatario ucraniano, Volodymyr Zelensky, enfrentó a Trump a un juicio político por supuestas presiones para que Ucrania investigar­a acusacione­s de corrupción relacionad­as con la familia Biden. No se encontraro­n evidencias. El triunfo del demócrata en 2020 hacen esperar

Ucrania, en primera línea entre Rusia y la UE, y sin pertenecer a la OTAN, se encuentra en una posición de vulnerabil­idad

en Kiev una relación más previsible. El actual inquilino de la Casa Blanca ha apostado por dar continuida­d a un proyecto que empezó en la administra­ción Obama y que afianza la lucha contra la corrupción como estrategia a largo plazo para mantener a Ucrania alejada de Rusia y crear así un estado más sólido.

Ucrania, en primera línea entre Rusia y la Unión Europea, y sin pertenecer a la OTAN, se encuentra en una posición de vulnerabil­idad. «Cooperació­n al más alto nivel con la OTAN y una Unión Europea presionand­o a Moscú con sanciones económicas, esta es nuestra mejor garantía», comenta Shelest.

Hasta ahora, la ayuda económica y militar de la Unión Europea y Estados Unidos no ha dado como resultado un acuerdo de paz. Siete años después, el conflicto reincide constantem­ente en negociacio­nes frustradas y la violencia que afecta a las personas más vulnerable­s que conviven con el conflicto.

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REUTERS Un soldado del Ejército de Ucrania toma posiciones en la zona de Donetsk, en el este de Ucrania
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