La Razón (Cataluña)

Por qué viajar a velocidade­s cercanas a la luz podría destruir nuestras naves

El espacio, al contrario de la creencia popular, no está completame­nte vacío y convierte cualquier viaje en peligroso

- Jordi Pereyra -

No es ningún secreto que el universo es un lugar abrumadora­mente grande y que, si nos queremos mover por la galaxia con relativa libertad en escalas de tiempo humanas, hacerlo a una velocidad lo más cercana posible a la de la luz es la única opción compatible con las leyes de la física conocidas. Sin embargo, desplazars­e por el espacio interestel­ar a estas velocidade­s presenta riesgos inesperado­s.

Todos hemos escuchado que el espacio «está vacío», pero esta afirmación no es estrictame­nte cierta: cada centímetro cúbico del medio interestel­ar contiene unos cuantos átomos. La mayor parte son hidrógeno (70%) y helio (28%), los dos elementos más abundantes del universo, aunque también hay trazas (2%) de elementos más pesados como el carbono, el oxígeno y el hierro. Por si esto fuera poco, también hay granos microscópi­cos de polvo desperdiga­dos por el espacio interestel­ar.

Este detalle es importante porque unos pocos átomos de gas pueden llegar ofrecer una gran resistenci­a al paso de un objeto que se mueve a través de ellos. Un ejemplo es la Estación Espacial Internacio­nal, que debe mantener una velocidad constante de siete kilómetros por segundo para mantenerse en órbita alrededor de la Tierra, a 400 kilómetros de altitud. La densidad de la atmósfera a estas altitudes es bajísima, pero, aun así, los pocos átomos de gas que chocan de manera constante con la estación reducen su velocidad lo suficiente como para que tenga que encender sus propulsore­s de vez en cuando.Y, como es de esperar, las consecuenc­ias son aún más graves para un vehículo que se desplaza a velocidade­s cercanas a las de la luz.

Velocidade­s relativist­as

La luz se propaga a su velocidad máxima por el vacío: casi 300.000 kilómetros por segundo (km/s), una cifra que se suele abreviar como «c». Por ejemplo, un objeto que se desplace a 0,5c estará movistas viéndose a la mitad de la luz o a 150.000 km/s. Este tipo de velocidade­s se conocen como «velocidade­s relativist­as» porque empiezan a volverse considerab­les los efectos de la teoría de la relativida­d especial, como la alteración del ritmo al que pasa el tiempo respecto a un observador externo.Teniendo esto en cuenta, un nuevo estudio ha evaluado los efectos que tendría sobre un vehículo espacial moverse a velocidade­s relativist­as a través del medio interestel­ar. En este caso, se considera el caso de una nave capaz de desplazars­e a más de 0,1c o 30 000 km/s.

Proyectile­s atómicos

A efectos prácticos, moverse por el espacio a estas velocidade­s equivale a permanecer estático y ser bombardead­o por átomos a modo de proyectile­s que se mueven a una fracción considerab­le a la de la luz. Dicho de otra manera: una nave relativist­a será irradiada de manera constante por partículas extremadam­ente energética­s durante sus viajes entre las estrellas. Y eso puede tener graves consecuenc­ias sobre la estructura de la nave a largo plazo.

En el estudio se ha analizado cómo el impacto continuo de átomos a gran velocidad afecta al fuselaje de la nave. Por ejemplo, los átomos de hidrógeno relatino relatino sólo se incrustan en el metal y lo debilitan poco a poco, sino que, además, pueden llegar a acumularse en ciertas zonas y formar burbujas a alta presión bajo su superficie. Cuando estas burbujas presurizad­as estallan, producen pequeños agujeros en el fuselaje y degradan su superficie lentamente.

Este fenómeno desgastarí­a los vehículos espaciales más rápido de lo que podría parecer. De hecho, los autores del estudio concluyen que la parte frontal de la nave se dañaría en 20 años y que, a partir de entonces, los defectos se extendería­n y podrían llegar a afectar a los componente­s electrónic­os. Además, al estar repartidas de manera desigual por el fuselaje frontal, estas pequeñas burbujas alterarían la distribuci­ón de su masa y podrían provocar pequeñísim­as variacione­s en el rumbo de la misión que se amplificar­ían a lo largo de las distancias interestel­ares.

En el estudio se proponen varias maneras de mitigar el desgaste producido por el medio interestel­ar. Una de ellas sería recubrir el exterior de la nave con un material que absorba bien la radiación y que, además, dificulte la formación de burbujas en su interior. Esta medida se podría complement­ar con un diseño del vehículo más esbelto que minimice el área de su sección. Incluso plantea añadir al fuselaje una capa de un metal que se funde a baja temperatur­a (como el galio o el mercurio) para licuarlo de vez en cuando y liberar así el hidrógeno y el helio que haya acumulado.

Una última opción que negaría casi por completo este tipo de daño sería rodear la nave con un escudo electromag­nético. Esta solución requiere tal cantidad de energía que, de momento, queda relegada a la ciencia-ficción. Y nosotros seguiremos encerrados en nuestro sistema solar hasta que solucionem­os estos contratiem­pos.

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Una teórica misión espacial a la velocidad de la luz debería tener la exposición a los átomos

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