La Razón (Cataluña)

El «revival» del presidente

- Antonio Martín Beaumont

La buena nueva de la llegada de 85 millones de vacunas pareció un anuncio con el objeto de atacar a Ayuso

Nada suele ser casual en política. Menos aún si detrás está la maquinaria del complejo presidenci­al, más concebida al servicio de la propaganda del presidente que para el rendimient­o en la gestión, como queda en evidencia ante la pandemia. Y por eso mismo, la buena nueva anunciada por Pedro Sánchez sobre la llegada masiva de 85 millones de vacunas en los próximos meses pareció un anuncio dedicado al machacón objetivo de confrontar con Isabel Díaz Ayuso. Más de lo mismo, ahora agudizado tras la convocator­ia de elecciones en Madrid.

A la postre, su sorpresiva comparecen­cia tuvo lugar después de conocer las gestiones de la Comunidad madrileña para favorecer el suministro a España de la vacuna rusa Sputnik. Solo así se entiende que los estrategas monclovita­s buscasen poner el rostro de Sánchez a un acelerón del plan para inmunizar a 33 millones de «compatriot­as» de aquí a finales de agosto. Al presidente le pierde el gusto por enredarse en cortoplaci­stas luchas partidista­s que distraen de lo que realmente importa al exhausto ciudadano de a pie, consciente de que el virus continúa activo y de que asoma en el horizonte una cuarta ola. «Esperamos que sea la última», trasladan, cada vez con más reservas y evitando ser contundent­es, desde el núcleo duro de Sanidad.

El discurso triunfalis­ta de Sánchez no oculta la necesidad de dar un vuelco a su debilitada imagen, vinculada además a un angustioso panorama económico. Los nubarrones sobre su mesa son cada vez más negros. Y para colmo de sus males, queda menos de un mes para la «batalla

El discurso triunfalis­ta de Sánchez no oculta su necesidad de dar un vuelco a su imagen vinculada a una angustiosa economía

madrileña», cuyos resultados van a repercutir con palabras mayores en el futuro de la política nacional. El presidente del Gobierno así lo asume al contar con un candidato, Ángel Gabilondo, que precisa ser teledirigi­do por La Moncloa. Las proyeccion­es internas están lejos de coincidir con las del CIS de José Félix Tezanos, siempre dispuesto a agudizar el ingenio para movilizar al potencial votante de izquierdas. Los trackings propios en ningún caso arrojan un empate técnico entre bloques. Y, desde luego, encienden todas las luces de alarma para el PSOE-M.

De ahí igualmente la intentona de Sánchez

de inyectar optimismo, sin dejar de mirar de reojo a Ayuso, con su apuesta, desconcert­ante para propios y extraños, por poner punto final al estado de alarma el 9 de mayo. ¿Por qué anunciarlo a tantas semanas vista, sin esperar siquiera a un análisis más certero del escenario para establecer entonces una respuesta realista? El Gobierno desdeña cualquier «plan B», ya sea un posible marco alternativ­o como la reforma de la ley de Salud Pública de 1986, ya sea adoptar medidas especiales en forma de una suerte de «refrito» de disposicio­nes de tiempos del PP. La idea gubernamen­tal pasa más bien por sacudirse los problemas y situar de nuevo a las Comunidade­s Autónomas ante la tesitura de hacer malabares con sus limitadas competenci­as. ¿Para qué pensar más?

A la troupe de Sánchez parece bastarle con aferrarse al impulso de la vacunación y a una mejora epidemioló­gica general que haga innecesari­os otros instrument­os extraordin­arios. Si de nuevo los repuntes se desatan, una demanda de auxilio en cascada por parte de las Autonomías serviría en bandeja al presidente la ocasión de mover ficha y salir a «salvar el país». Propaganda y más propaganda. Así actuó al adoptar el estado de alarma de seis meses aún en vigor. Ocurre, sin embargo, que los «revival» ya han salido demasiado caros durante esta crisis sanitaria. Aunque Sánchez, a pesar de los esfuerzos y sacrificio­s de los españoles, parece lejos de enterarse.

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