La Razón (Cataluña)

Anda, Anne, enséñale a Díaz Ayuso a hacer floreros con el barro de la campaña

- Jesús Amilibia

Ya sé que con MAR tiene suficiente, pero no le vendría mal a Díaz Ayuso una ayudita de Anne Igartiburu, que se ha convertido en coach de rupturas felices: quiere hacernos más llevaderos los disgustos que nos da la vida. Podría orientar también, por ejemplo, a Pablo Iglesias, que ahora añora la Moncloa: echa de menos, dicen, los provechoso­s almuerzos en el comedor privado, debatiendo con Él las últimas conclusion­es filosófica­s de «Juego de Tronos». No es verdad que padezca otra ruptura. Está felizmente casado con su mando a distancia, unión que no admite crisis de pareja. Quede claro. Anne, gran lectora de Santayana y Gracián, se muestra en Instagram haciendo alfarería y escribe: «Es importante hacer cosas que nos gustan, sencillas o arriesgada­s, cada uno a su ritmo».

Ella aprendió mucho ritmo de su ex, Pablo Heras-Casado, director de orquesta. Dicen que le enseñó a hacer el amor al compás de la Novena Sinfonía, que ya es hacer. Y cuenta que así, con la alfarería que viene a sustituir a la Novena, segrega hormonas beneficios­as. «Disfruta del ser y no del tener», es su eslogan luminoso. O sea, si no follas, haz ollas.

Un florista ha creado el ramo «Primavera de Ayuso», que se vende muy bien, y dicen los castizos cachondos que servirá para adornar la tumba política de Pablo y hasta la de Pedro, que estos Picapiedra son como «Dos hombres y un destino» y parecen condenados a vivir hermanados hasta que el apocalipsi­s los separe. Pero no todo son flores en la campaña a pesar de los capullos habituales que ofrecen «ramos Sánchez» al mesías monclovita que profetiza «el principio del fin de la pandemia» y nos endiña sin mantequill­a la gran maravilla: un verano en la playa sin mascarilla.

Leo en LA RAZÓN que la presidenta Isabel tiene un Bolbo. No es un coche, sino un perrito. Es incierto, como dicen las lenguas de vecindona, que lo esté adiestrand­o para que muerda los tobillos de los tipos con moño y dos pendientes. Pero un perro, por bueno y listo que sea, no le puede susurrar consejos entre lametón y lametón. Para eso, mejor la Igartiburu. Y que le enseñe, de paso, a hacer floreros con el barro de la campaña.

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