Xavier Sardá, la crisis en clave de humor negro
El presentador publica «Intercambio de vidas», escrito durante el confinamiento
Un pleno municipal donde los vecinos deciden qué tiempo quieren para el próximo año o el encargo de contagiarse de la Covid por alguien de alcurnia son algunos de los 21 relatos del nuevo libro de Javier Sardá, «Intercambio de vidas» (Espasa), escrito durante el confinamiento. Un texto delirante y casi surrealista donde el humor, el absurdo y lo estrambótico, presente en sus páginas, recuerda a José Luis Cuerda, a quien dedica un capítulo. Cuenta Sardá que escribirlo lo ayudó a liberarse esos meses. «Una vez que el confinamiento fue categórico, me amoldé muy bien y escribir fue una terapia liberadora». –¿Su humor negro, irónico o sarcástico, esconde en el fondo cierta crítica social?
–Sobre todo al esnobismo recalcitrante de esa aristocracia de espíritu, esa sofisticación de nuevos ricos cuando cenando vienen a presentarte cada plato como si fuese una obra de García Lorca. El paroxismo sería el menú degustación, donde cada plato es el antídoto del anterior o el esnobismo de quienes quieren infectarse con el mismo virus que los famosos de Hollywood. Creo que, en general, todos somos bastante risibles.
–Como el hilarante capítulo sobre los negacionistas.
–Son una seudorreligión, porque todo lo que surja de la fe más que de un proceso científico es inducción, no deducción. Dicen que no existe el virus y que no hay que vacunarse, como los testigos de Jehová con la sangre. Que hagan lo que quieran, pero me parece penoso.
–¿Qué lleva peor de la pandemia?
–Reconozco que me afecta anímicamente, tengo sensación de estar en el pasado. Si nos hubieran preguntado, ¿en un año viviremos acontecimientos de envergadura planetaria, qué puede ser? No sé qué conjeturas hubiésemos hecho.
–¿Cree que las autoridades científicas la hubieran gestionado mejor?
–Cada uno hace lo suyo, pero ciencia y economía son incompatibles. incompatibles. La pregunta es, ¿cuántos muertos estamos dispuestos a poner sobre la mesa para llegar a un compromiso entre ciencia y política? Vivo con cierta angustia y rabia que, tras Semana Santa, todo sea tan patéticamente previsible, que la curva suba me resulta, intelectualmente, triste. Me parece que muchos políticos son cobardes.
–¿Qué le parece que la utilicen electoralmente?
–Muy inoportuno y lo están haciendo, igual que las legislaturas y eso me parece ¡tan triste!, ¡tan provinciano! Dejémonos de historias y ataquemos la raíz de los problemas.
–¿Hay vacuna para la estupidez de la que se ríe en su libro?
–¿Hay algún imbécil que reconozca que lo es? Creo que no. Si la característica del imbécil es no considerarse como tal, esa es la prueba fehaciente de que yo puedo serlo, así que me la pondría.