«NO SÉ SI DECIRLO EN TV3 ES UNA PROVOCACIÓN, PERO ESPAÑA ES UNA DEMOCRACIA»
ElEl escritor Javier Cercas cometió la imprudencia de acudir a un programa de TV3 conocido por someter a los no adictos al régimen que se prestan a ser linchados, que no es el caso –en defensa del escritor hay que decir que fue, como Umbral, a hablar de su libro «Independencia»–, no a un severo interrogatorio, sino al posterior paseíllo de insultos babeados obedientemente desde la redes. Dijo Cercas en FAQS: «No sé si decirlo en TV3 pude ser una provocación, pero España es una democracia». Fue una provocación, claro que sí, con lo que ponía a prueba uno de los requisitos que deben cumplir las democracias: la libertad de expresión y ejercerla, si es posible, donde más puede molestar. A partir de ahí se puso en funcionamiento un mecanismo que no parece tener principio, una razón necesaria, y que debe proceder en los umbrosos bosques del nacionalismo mágico. Reproducir aquí los insultos entraría en contracción con aquello que dijo Pemán de la lengua catalana, y no es plan: «Es un vaso de agua clara». Pero por encima de todos ellos, de una simplicidad que ofrece un dato a no despreciar para entender la raíz última del «proceso», hay uno que Cercas ha definido como un «bulo de gran refinamiento»: acusarle de ser el promotor de un levantamiento militar contra Cataluña. Han debido confundir la realidad con la ficción, como si Cercascom partiese tertulia en los sótanos del madrileño Café Lion con José Antonio Primero de Rivera y aquel Sánchez Mazas que apareció en «Soldados de Salamina», componiendo «Cara al sol». Cuidado, el nacionalismo sólo es fe ciega y se lo creen todo. Sobre estas campañas espontáneas hay que recordar que en «Més 324», uno de los programas políticos de la cadena –si es que a estas alturas existiese algo no politizado en ese aparato de propaganda intensiva–, fue acusado de redactar tuits que aparecían en la pantalla supuestamente enviados por anónimos ciudadanos que eran escritos por periodistas del programa, siempre acorde con el nivel de insulto exigible y el personaje ajusticiado. Cuando la mentira exhala su insoportable halitosis, la fantasía siempre aparece.