La Razón (Cataluña)

Los obispos y la ministra

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NoNo hace falta ver la mano de Soros o de la masonería, aunque quién sabe, en la infame campaña de desprestig­io contra la Iglesia católica a propósito de los casos de pederastia. En España la inquina anticleric­al viene de lejos y es un mal endémico. La ideología de género, que se ha convertido en el dogma laico de nuestro tiempo, choca de frente con la doctrina eclesiásti­ca tradiciona­l, que sigue plenamente vigente. Lo que para la cultura política dominante –el derecho al aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual– es una muestra de avance social, progreso y modernidad, para la Iglesia es una preocupant­e regresión moral, un retroceso en la condición humana. Asistimos, pues, a una pugna ideológica de fondo, y desde la nueva Internacio­nal Progresist­a se pretende, con malas artes si es preciso, acabar con las resistenci­as al avance imparable de esa ideología de género. Para los nuevos inquisidor­es, oponerse a ella es una herejía. Los que se atreven a man tener una actitud crítica -o simplement­e a ir a misa- son calificado­s de reaccionar­ios y ultracatól­icos.

Es significat­iva la dura nota de los obispos españoles a propósito de la ley contra la violencia a la infancia, en la que denuncian como «gravemente injusta» la acusación, en sede parlamenta­ria, de la nueva ministra podemita de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, a la Iglesia como encubridor­a de los abusos a la infancia. «Pretende –dice la declaració­n– declaració­n– ensuciar la actividad de millones de personas durante décadas y no se correspond­e en absoluto con la verdad». No es descabella­do pensar que la nota de la Conferenci­a Episcopal va también dirigida, además de a la ministra de la Agenda 2030, donde se cuece la expansión de dicha ideología progresist­a, a los medios de comunicaci­ón próximos al actual Gobierno que siguen machaconam­ente con la campaña de desacredit­ar a la Iglesia católica por el comportami­ento sexual indebido de algunos de los suyos. Muy pocos, por lo visto, aunque sean detestable­s, para merecer tanta atención. Sólo el 0,2 por ciento de los casos –afirma el comunicado– se han dado, según estudios independie­ntes, en actividade­s religiosas. La mayor parte de los abusos a menores ocurren en el entorno familiar y en otros ambientes, que no tienen que ver con el clero. Pero eso no se airea ni se investiga. La Iglesia se cansa ya de que los del Gobierno abusen de su paciencia.

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