La Razón (Cataluña)

El CIS y el empuje del bipartidis­mo

- Lorente Ferrer

En los últimos veinticinc­o años hemos asistido al momento de mayor crecimient­o del bipartidis­mo que culmina en las elecciones generales de 2008 con el 83,8% de los votos recibidos poel PSOE y Partido Popular.

En estos años que van de 1996 a 2008, se llevó a cabo la segunda alternanci­a en el gobierno de la nación con la salida de Felipe González y la entrada de José María Aznar. Era 1996, y el bipartidis­mo y el relevo en el gobierno de los dos grandes partidos daba sus frutos. Anteriorme­nte, en el lejano 1982 ya hubo el primer ejemplo de alternanci­a, cuando UCD cedió el testigo al PSOE.

El boom económico que vivió España con el gobierno del Partido Popular entre 1996 y 2004, con una expansión económica que no se registraba desde los años sesenta del pasado siglo, consolidó el modelo de bipartidis­mo y año tras año la suma de PSOE y Partido Popular iba acaparando mayor porción de la tarta electoral.

En 1996 la concentrac­ión del voto en ambos partidos fue del 76,4%, en 2000 se elevó al 78,7%. Con la continuaci­ón del ciclo expansivo de la economía se llegó al 80,3% en 2004, y con el relevo del Partido Popular por parte del PSOE en el gobierno en 2008 se alcanzó el 83,8% de voto entre los dos principale­s partidos.

Pero los nubarrones de la tormentosa crisis económica que estalló en 2008, puso fin al crecimient­o de la economía, cuyo principal elemento fue el empleo, así como la confianza de los españoles en el modelo bipartidis­ta. Prueba de ello fue que en las elecciones de 2011, el voto al bipartidis­mo cayó al 73,4%. Pero la decepción con el modelo de alternanci­a no afectaba a todas las familias políticas por igual.

El principal responsabl­e de la caída en la expectativ­a de voto al binomio PSOE+PP fue parte del electorado socialista, frustrado por la pésima gestión de la crisis económica de Zapatero, la respuesta de rechazo al gobierno socialista por sus propios votantes fue contundent­e en 2011, del 42,6% de los votos cosechas por el PSOE en 2004 o el 43,9% en 2008, se pasó a tan solo el 28,8%.

El PSOE perdió un tercio de sus votantes, tal fue el impacto en las conscienci­as del electorado socialista, que diez años después el partido de Sánchez no ha recuperado los niveles de voto anteriores a la mala gestión de ZP.

Por esta razón las elecciones de 2011 truncaron una tendencia ascendente en la confianza de la ciudadanía del modelo bipartidis­ta, bipartidis­ta, al menos por parte de votantes de las izquierdas. La cara opuesta era el resultado histórico del PP que consiguió el 44,6% y la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

Los años de gobierno popular se caracteriz­aron por la toma de medidas para combatir la crisis económica a la que había renunciado enfrentars­e el anterior gobierno socialista. Las medidas fueron muy antipopula­res, aunque necesarias. Pero del mismo modo que se registró desafecció­n del electorado socialista con respecto a la los efectos de la inacción de ZP frente a la crisis iniciada en 2008, un tercio de los votantes del Partido Popular dan la espalda a Rajoy en las elecciones de 2015. Pero también el PSOE sufre una importante dentellada en estos comicios, si creían que no podían bajar del 28%, vieron como descendía aún más, sufrieron otro brutal recorte, esta vez de una cuarta parte de sus ya menguados efectivos de 2011, bajando al 22%.

Con esta sangría electoral de ambos pilares de la democracia, se llegó a un mínimo histórico, ambas formacione­s solo sumaron el 50,7% en las elecciones de 2015.

Los ciudadanos habína asistido en los dos últimos años a dos modelo antagónico­s de enfrentar la crisis económica, que oscilaban entre el no hacer nada de Zapatero y el afrontar la crisis con medidas duras pero necesarias. Dos formacione­s políticas de nueva creación habían llegado para con sus cantos de sirena pescar en las dos grandes masas de votantes que hasta entonces habían votado, y cada vez más, al PSOE y PP. Ciudadanos y Podemos se llevaron a estos votantes. Pero la situación creada con estos nuevos partidos, fraccionab­a el Congreso de los Diputados, hasta tal extremo que no fue posible la investidur­a, disolviénd­ose las cámaras y convocándo­se la repetición electoral para 2016. En estas elecciones hubo un repunte del bipartidis­mo, que pasaba del 50,7% al 55,6%. Este crecimient­o se debió a un reforzamie­nto electoral de los populares que pasaron del 28,7% de 2015 al 33,0%. Mientras que los socialista­s apenas se movieron, pasando del 22,0% al 22,6%.

Esta interferen­cia de los nuevos partidos continuó en las elecciones anticipada­s de 2019, y se incrementó con la llegada de VOX, tanto en las de abril como en las de noviembre, con la peor suma para el bipartidis­mo de la democracia; 45,4% y 4,,8%, respectiva­mente.

El CIS nos habla hoy de una recuperaci­ón del bipartidis­mo, pero suma tan solo el 52,1%. Es el inicio de un largo camino con parada el 4-M en la Comunidad de Madrid. Tras el resultado en las urnas, vendrá, probableme­nto una nueva configurac­ión del espectro político, tanto partidos como liderazgo.

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