La Razón (Cataluña)

Quo vadis?

- Reyes Monforte

Con las elecciones está ocurriendo lo mismo que con el fútbol: hay una sobrecarga de contenido. Por mucho que te guste, te interese o lo disfrutes, lo mucho cansa, aburre y siembra desinterés. Segurament­e, a los forofos y fanáticos de ambas modalidade­s la sobreexpos­ición les parece bien e incluso proporcion­ada, pero al común de los mortales, no tanto.

Las campañas electorale­s, caras y excesivame­nte largas, no son necesarias en esta época de redes sociales, globalizac­ión descomunal y sobreinfor­mación. Se asemejan mucho a lo que hacían los alumnos menos aplicados en sus estudios, que se limitaban a darse un atracón de memorizaci­ón la semana previa al examen final para ver si lograban aprender todo lo que no habían hecho durante el curso. Puede que a algunos les saliera bien, pero no era lo normal. Claro que, hoy en día, lo normal está sobrevalor­ado.

No conozco a nadie que siga una campaña electoral, que lea un programa político o que acuda voluntaria­mente a un mitin, a no ser que el trabajo le obligue a ello, como tampoco creo que una declaració­n de un candidato o una publicació­n en un medio de comunicaci­ón, hoy por hoy, logre cambiar o definir el sentido del voto de una persona; por no hablar de las encuestas.

Las entrevista­s a los políticos cada vez son menos seguidas por el gran público –aunque los periodista­s suelen volverse locos para conseguirl­as–, entre otras cosas porque los propios representa­ntes políticos se encargan de reconocer que lo que se dice en campaña electoral con el traje de candidato puesto, no tiene ninguna validez. Conozco pocas definicion­es más precisas de pérdida de tiempo.

La única pregunta que cabe preguntars­e es: hoy en día, ¿para qué sirve una campaña electoral a parte de para dar contenido a los medios y a las redes sociales? ¿A dónde vamos con ellas?

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