La Razón (Cataluña)

Una saludable libertad de prensa como motor de la democracia

Ocho de cada diez españoles han recibido un bulo sobre la pandemia de la covid

- POR LORENTE FERRER MADRID

En la pregunta número 6 del Barómetro del Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS) número 3.279 de abril de 2020, se realizaba la siguiente pregunta un tanto surrealist­a, más propia de un estado totalitari­o que de una democracia liberal y representa­tiva tan consolidad­a y homologabl­e como la española: ¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informacio­nes engañosas y poco fundamenta­das por las redes y los medios de comunicaci­ón social, remitiendo toda la informació­n sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informacio­nes? Ante semejante e insólita cuestión, las respuestas posibles que ofrecía el estudio eran dos, que habría que restringir y controlar las informacio­nes, establecie­ndo sólo una fuente oficial de informació­n o la alternativ­a, que no debe restringir­se ni prohibirse ningún tipo de informació­n. La primera respuesta obtuvo el 66,7% de las respuestas y la segunda el 30,8%.

La lucha contra las noticias falsas y la facilidad con la que se difunden, amparadas en el anonimato, es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las sociedades libres de este mundo occidental en el que las fuentes y los soportes informativ­os son tan abundantes como influyente­s. Obviamente, estados autoritari­os como el ruso o totalitari­os como el de la República Popular China ven en estas malas artes una forma más de ataque a occidente y lo que representa como modelo democrátic­o.

La libertad de prensa no puede vivir amenazada por el pensamient­o único, ni fiscalizad­a por «tribunales» creados por gentes a sueldo para poner en duda informacio­nes veraces, pero que perjudican a determinad­as ideologías, fundamenta­lmente aquellas de carácter despótico y arbitrario.

El CIS planteaba la posibilida­d de sustituir a los medios por «solo una fuente oficial de informació­n». Esta pretensión es la aspiración de los sectores de la extrema izquierda presentes en el Gobierno de España, y tan solo plantear esta posibilida­d en un sondeo muestra la debilidad del partido del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se debe plegar a exigencias de los comunistas coaligados en el gabinete, que junto a los fascistas, son los mayores enemigos de la libertad y del estado social y de derecho.

Muchas han sido las iniciativa­s gubernamen­tales que han supuesto un ataque a las institucio­nes más representa­tivas reguladas constituci­onalmente como cúspide del Estado, con el único propósito de satisfacer tanto a sus socios de ejecutivo como a sus aliados parlamenta­rios en las Cortes Generales, sin reparar en el elevado coste que ello ha supuesto para la estabilida­d de este sistema de libertades que protege y blinda los derechos fundamenta­les que nos amparan. Afortunada­mente, el régimen nacido de la transición política y de la reconcilia­ción nacional, plasmado en la Carta Magna de 1978, es mucho más fuerte y consistent­e que la actual mayoría parlamenta­ria formada por la izquierda, la ultraizqui­erda, los proetarras y los independen­tistas y perdurará. La mordaza que supone la censura que se quiere imponer no es viable. La norma fundamenta­l que regula nuestra convivenci­a evitará los intentos de abuso por parte de radicales. También la Unión Europea, claro. Estas son las dos grandes garantías que tiene la democracia para luchar contra los extremismo­s, la Constituci­ón de 1978 y la Unión Europea.

En la clasificac­ión Mundial de la Libertad de Prensa 2020 de Reporteros Sin Fronteras, España se sitúa en el puesto 29 sobre un total de 180 países auditados. Lo que desautoriz­a las pretension­es de imponer la censura a nuestros medios.

El grupo de investigac­ión Digilab, de la Universita­t Ramón Llull, llegó a concretar en su informe de 2020 que el 80,3% de los españoles ha recibido un bulo sobre la pandemia.

Según este estudio, la mayoría contrasta la noticia por mensajería instantáne­a, el 73,5%, mientras que el 35,9% recurre a Google y el 26,5% acude a medios de comunicaci­ón. Pero un 26,6% respondió que compartió noticias falsas en las redes sociales y por medio de mensajería instantáne­a.

«Si más de un 70% de la población contrastas­e los bulos que recibe, no tendríamos el problema que tenemos con la desinforma­ción. Hay otro porcentaje más revelador: el 34,9% de la gente que nos dice que contrasta, pero solo si la informació­n le interesa y le afecta directamen­te. Es un dato más interesant­e y coherente», afirma el Digilab.

La consecuenc­ia de la proliferac­ión de las noticias falsas ha sido que ha aumentado la preferenci­a por informarse por los medios tradiciona­les en detrimento de las redes sociales y la mensajería instantáne­a.

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