La Razón (Cataluña)

«Había mucha gente encima de mí. Fueron cayendo poco a poco»

- POR O. LASZEWICKI TEL AVIV

«Se produjo una oleada y nuevos cuerpos fueron absorbidos entre la muchedumbr­e» David Supervivie­nte

Uno de los heridos en la estampida fue entrevista­do por varios medios israelíes desde la camilla del hospital en que estaba siendo tratado. Sobrevivió de milagro. Sus palabras eran desgarrado­ras: «Había muchísima gente encima de mí. Fueron cayendo uno encima del otro, hasta que la Policía retiró las barreras y empezó a rescatar gente». Pero pasaron varios minutos hasta que llegaron los efectivos, y lo peor ya había ocurrido: «Tomó tiempo hasta que llegaron, y recuerdo estar estirado sobre alguien que ya no respiraba». A su lado, otro hombre desesperad­o «quería moverse, y largó un puñetazo hacia mi cara. En un instante, sentí que dejaba de respirar. Empecé Empecé a gritar: ¡Tengo a un niño en casa, ayúdenme». En medio del caos, nadie sabía lo que hacer: «Nos tiraban agua desde arriba, era lo único posible en ese momento». David, otro de los supervivie­ntes de la fiesta de Lag Baomer que se tornó en tragedia, explicó que «estábamos acercándon­os al encendido de la hoguera, cuando de repente se produjo una oleada. Nuestros cuerpos fueron absorbidos entre la muchedumbr­e. La gente saltó por los aires, y otros quedaron aplastados en el suelo». Y lo peor: «Había un niño que trataba de estirarme la pierna, luchando por su vida. Esperamos a ser rescatados durante 15 o 20 minutos. Fue horrible».

Meir, otro de los presentes, lo describió «como si hubiera pasado una eternidad. Los muertos nos rodeaban por todos lados». Tuvo la suerte de ser evacuado por un policía: «Me protegió y se aseguró de que no fuera pisoteado hasta que me evacuaron». El paramédico Eli Beer constató que varias de las víctimas eran menores. «Muy a mi pesar, encontré a varios niños aplastados. Tratamos de resucitarl­os, pero solo lo logramos en algunos casos». Y ante las informacio­nes sobre gente que alertaba desde dentro del acto sobre la abismal aglomeraci­ón de personas, clamó que «debemos despertar. Es alucinante que se permitiera entrar a tanta gente». Las emisiones en vivo a primera hora de la mañana eran espeluznan­tes. En el lugar de la estampida, yacían tirados en el suelo cientos de sombreros negros, zapatos, carritos de bebé o gafas hechas trizas, así como miles de botellines de agua esparcidos.

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REUTERS Los agentes de Policía y los médicos empiezan a ordenar los cuerpos sin vida de las víctimas en el Monte Merón

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