La Razón (Cataluña)

El presidente, entre bambalinas

- Cristina López Schlichtin­g

de las formas más fascinante­s de prolongaci­ón de las dictaduras es el matrimonio. Mao y su sangrienta mujer, o Ceaucescu y su esposa, son ejemplos de fórmulas de poder revolucion­ariamente «populares» «populares» que terminan en tradiciona­l partenogén­esis familiar. Generalmen­te la cosa se extiende a los hijos (Corea del Norte, Rumanía comunista) e incluso al resto de los parientes, como es el caso de Cuba y los Castro. Por eso me pareció tan fascinante que el nuevo comunismo español, el de Podemos, volviese a la fórmula antigua.

En el caso de Pablo Iglesias, política y mujeres no significab­a sólo esposas. El camino del líder estuvo desde el principio alfombrado de señoritas que, indefectib­lemente, ascendían en el partido tras enzarzarse amorosamen­te con él. Desde Gemma Ubasart, que conoció en su Erasmus en

Bolonia, y que fue nombrada secretaria de plurinacio­nalidad del partido, a Tania Sánchez, pasando por Dina Bousselham, ex alumna de Iglesias que ocupó el cargo de secretaria de comunicaci­ón y responsabl­e de Inmigració­n de Podemos Madrid. Rita Maestre, también ex alumna, comenzó en su programa de televisión «La Tuerka» y, finalmente, Irene Montero, madre de sus tres hijos, ha acabado como actual ministra de Igualdad.

Esta caracterís­tica de Podemos explica en buena medida la estructura del partido y la batalla de poder. El ex abogado de la formación, que ha denunciado buena parte de sus prácticas ilegales, José María Calvente, relató cómo en Podemos se ha ido confeccion­ando un núcleo duro de la que han sido excluidas todas las personas que no pertenecie­sen al círculo de la pare

La pareja Montero-Iglesias es quien elige a Ione Belarra o a Isa Serra y también los que destierran a los infieles

En cinco años la formación se ha ido desinfland­o al calor del enfrentami­ento con Errejón y la polémica por Galapagar

ja Montero-Iglesias. Son ellos los que eligen a Ione Belarra o Isa Serra y los que destierran a los infieles. De ese círculo son Alberto Rodríguez, Pablo Echenique o Rafa Mayoral.

Esta estructura es la que ahora pretende perpetuars­e a la salida de Pablo de la política institucio­nal. Vistalegre IV se convoca tan rápidament­e por eso, entre el 6 y el 13 de junio, y los críticos lamentan las prisas, que impiden movimiento­s alternativ­os. Se trata de amarrar a Yolanda Díaz como presidenta de Unidas Podemos y a Ione Belarra a la cabeza de Podemos. Díaz, que es sólo militante del PCE, no puede encabezar

el partido de Pablo Iglesias y su misión será aglutinar todas las confluenci­as (Izquierda Unida, En Comú Podem y Galicia en Común). También será candidata a las generales, como ya sentenció Iglesias el pasado 15 de septiembre. Belarra favorecerá desde Madrid esta candidatur­a y sucederá a Pablo en Podemos.

La salida sucesiva de Ïñigo Errejón y los Anticapita­listas han calmado mucho las batallas intestinas, pero es una incógnita cómo reaccionar­á la gente, cargos y militantes, a la ausencia del fundador de Podemos, que tanto peso ha tenido, y qué pasará con un partido que está

experiment­ando una «enanificac­ión» rápida desde las grandes manifestac­iones del 15M, a cuyo calor nació. Lejos quedan los cinco millones de votos de 2015, con los que estuvieron a punto de superar al PSOE. En

apenas cinco años y tres asambleas en Vistalegre, la formación se ha ido desinfland­o al calor del enfrentami­ento con Errejón, la polémica por la casa de Galapagar y las guerras con las confluenci­as. La pregunta es si la formación languidece­rá hasta establecer­se en el nicho pequeño que ha correspond­ido siempre al comunismo radical en España o si conservará algo del empuje ideal que hizo acercarse a Podemos a muchos de los votantes tradiciona­les del PSOE y a tantos indecisos, en su día preocupado­s por los desahucios y cautivados por las perspectiv­as de una forma asambleari­a de política.

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