La Razón (Cataluña)

Más allá de las vacunas

- Mikel Buesa

AlAl dar por cerrado sin discusión el estado de alarma, Pedro Sánchez transmite el mensaje de que con las vacunas –que él distribuye– y los dineros europeos –que él aspira a administra­r– lo esencial de la crisis epidémica está finiquitad­o. Los que quedan son así asuntos menores de los que pueden ocuparse los gobiernos regionales. Ignoro qué fantasías electorale­s alimenta con semejante simplifica­ción de la realidad, incluso después de que Ayuso le haya propinado un varapalo histórico del que difícilmen­te se recuperará. Pero lo relevante va mucho más allá de un posible control de los contagios a través de la inmunidad colectiva o de unas amplias subvencion­es gestionada­s con criterios clientelar­es. Porque, como nos enseña la historia de las pandemias, sus daños humanos se extienden por generacion­es entre los afectados y sus sucesores a través de canales sutiles a la vez que inexorable­s. Por ejemplo, el empobrecim­iento o la menor empleabili­dad de los desplazado­s por el confinamie­nto, que reduce las oportunida­des de sus hijos; o las secuelas permanente­s que la enfermedad deja entre los que la han sufrido; o los daños que acompañan la vida de los contagiado­s en el útero de sus madres; o el retraso educativo de la generación del Covid, santificad­o con los aprobados generales.

Éstos y otros más son problemas que han de abordarse si, más allá de la coyuntura inmediata, se piensa en el futuro. Y buena parte de las políticas requeridas para hacerlo son de competenci­a autonómica. Por ejemplo, el reciclaje profesiona­l de los trabajador­es, o el seguimient­o organizado de los problemas de salud, o la formación complement­aria de los escolares que la epidemia ha dejado atrás. Las Comunidade­s Autónomas harían bien en formular planes a medio y largo plazo en estas materias para mejorar el bienestar de los más dañados por la enfermedad porque, más allá de considerac­iones altruistas, también afectan al potencial de crecimient­o de las economías regionales. Así que, en vez de mendigar confinamie­ntos y toques de queda, lo pertinente es ponerse en acción y evidenciar así que las ensoñacion­es sanchistas son, más que nada, puro abandono.

«Las ensoñacion­es sanchistas son, más que nada, puro abandono»

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