Vacunas dentro de las neveras
La historia de las edades y las vacunas no concluye. Servidora, que está en el limbo del rango de edad, todavía no sabe ni cuándo ni qué vacuna le pondrán; pero servidora, como tantos otros, se querría ir de vacaciones vacunada y tener ese pasaporte que en nada será más importante que el mismísimo DNI. Lo peor no es la espera sino la desinformación, que no la falta de información. Porque no es que no sepamos nada de las diferentes vacunas, es que en las, ejem, tabernas de Madrid, sin ir más lejos, las conversaciones son tesis doctorales sobre ellas. Se ha contado tanto en las teles y los diarios sobre sus efectos, su influencia en el ADN, los trombos y hasta el chip que querrían inocularnos, que al desconcierto general se suman todo tipo de temores. El resultado es que ahora, tras haber conseguido, por fin, coger ese ritmo necesario en nuestro país para que la vacunación prospere y facilite la tan deseada inmunidad de rebaño nos sobran vacunas del laboratorio Astrazeneca. Miles de dosis se acumulan en las neveras de las comunidades mientras los políticos continúan con el pinto, pinto, gorgorito y sin decidirse todavía a vacunar a los que tienen menos de 60 años con ellas.
En las distintas comunidades, Valenciana, Madrid, Andalucía y Castilla-LaMancha, la alarma está servida; y en Extremadura ya han anunciado también que si las cosas siguen así, podrían poner las dosis sobrantes a los grupos de edad de menos de 59 años. A la espera de que lo hagan o no la pregunta es ¿pero hombre, de verdad no se puede reunir a los expertos y decidir con contundencia al respecto, en vez de convertir la vacunación en causa política y multiplicarnos la incertidumbre sobre cuando nos toca y si nos la jugamos al ponérnosla?