La Razón (Cataluña)

Derechos, no berberecho­s

- Enrique López

ElEl 4 de mayo Madrid fue, más que nunca, la región capital de España. Por eso todos los ojos estaban puestos sobre unos comicios que fueron algo más que unas elecciones autonómica­s. Y los madrileños, consciente­s de la enorme importanci­a de la convocator­ia a las urnas, pese a la pandemia, y pese a una campaña lamentable­mente polarizada por los partidos más radicales y un PSOE claramente desnortado, se saldó con una participac­ión récord, que puso de manifiesto el sentido de la responsabi­lidad y del civismo de los madrileños. El martes se elegían muchas cosas. Por ejemplo, se optaba entre un modelo de certidumbr­e en la gestión de la pandemia, el del que se enfrenta a un problema que afecta a la salud de todos y al futuro de muchos con medidas proporcion­adas y científica­s, o el del que se mueve entre los extremos del alarmismo jurídico y el negacionis­mo legislativ­o sin llegar a dar nunca en el clavo. También se votaba entre un modelo económico y social basado en la capacidad para elegir, los impuestos bajos y las cuentas saneadas, frente al de quienes están llevando nuevamente al país a la ruina. Y, más allá del marco competenci­al, se votaban cuestiones de fondo, sobre las que los ciudadanos madrileños tenían muchas cosas que decir, en relación con asuntos como la igualdad de los españoles, la unidad de España o el respeto a nuestro marco de convivenci­a y bienestar, que gira alrededor de ese modelo inigualabl­e de éxito histórico que es la Constituci­ón. Los ciudadanos se pronunciab­an sobre los pactos con Bildu o Esquerra y también sobre la propia coalición del PSOE con un partido que es contrario a la monarquía, la división de poderes o la libertad de mercado. Y sobre cosas más concretas, como los acercamien­tos de presos de ETA, los indultos a los presos independen­tistas, el arrinconam­iento del castellano. Por supuesto, con un Gobierno central que siente empatía por los partidario­s de todo lo que signifique particular­ismo y anti-España, y rechazo frente a quienes defienden el Estado y aquello que es común, también juzgaron los votantes esos ataques gratuitos e insólitos que se han perpetrado contra Madrid. El resultado de esta ecuación, con una Isabel Díaz Ayuso que ha sabido conectar con las preocupaci­ones reales de los ciudadanos, es sobradamen­te conocido y suficiente­mente claro como para que la izquierda madrileña y española, y especialme­nte el Partido Socialista, abran una reflexión que vaya más allá de criticar de forma rencorosa y mezquina a los votantes. Pero sobre todo, al margen de que Madrid anticipe resultados electorale­s estatales, Sánchez y sus estrategas, atendiendo a los conceptos más clásicos de la teoría política, deben analizar si se puede gobernar un Estado poniendo en jaque a la Nación y sin tener en cuenta los sentimient­os del Pueblo. Ningún análisis será correcto mientras piensen que han perdido por los berberecho­s y sigan ignorando que a la gente lo que le preocupan son sus derechos. El grado de insulto a los madrileños y a Madrid fue intolerabl­e –Madrid de borrachera, 100 montaditos, bomba vírica, etc...– ¡Estas cosas se pagan!

«El grado de insulto a los madrileños y a Madrid fue intolerabl­e»

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