La Razón (Cataluña)

Vall d’Hebron deja a cero la espera para trasplante pediátrico de hígado

Gracias al protocolo split, que consiste en dividir el órgano de un donante menor de 35 años en dos partes para dos injertos: uno para un paciente infantil y el otro para un adulto

- Ángela Lara

«Hemos logrado reducir la lista de espera en trasplante pediátrico de hígado de los tres meses a la semana», señala el doctor Ramón Charco, jefe del Servicio de Cirugía Hepatobili­opancreáti­ca y Trasplante­s del Hospital Vall d’Hebron, quien destaca que «ahora hay tres niños en la lista de espera, pero, en lo que va de año, incluso hemos conseguido que en tres momentos la lista se haya quedado a cero, algo que no había sucedido en más de 30 años, desde que en el hospital se realizó el primer trasplante hepático a un niño en 1985».

Y ello ha sido posible gracias a la implementa­ción del protocolo split en el Programa de trasplante hepático infantil del centro, el cual ya se empezó a poner en práctica en Vall d’Hebron en 1992, pero no fue hasta julio de 2018 cuando se comenzó a explotar de forma generaliza­da. Entonces, tal y como explica el doctor Charco, «hubo un cambio en la asignación de donantes, todos ellos en muerta encefálica, gracias al cual se empezaron a ofertar los injertos de donantes menores de 35 años para receptor pediátrico y eso cambió mucho el panorama, ya que ahora el paciente pediátrico que está a la espera de trasplante ya no depende únicamente de encontrar un hígado de donante de una edad inferior a los 16 años o de recibir el de sus progenitor­es. «De hecho, el trasplante vivo de padre o madre se ha convertido ya en algo anecdótico y ha pasado de representa­r el 38% al 8%». comenta el doctor.

Pero para poder llevar a cabo este procedimie­nto, es necesario reducir el tamaño del hígado del donante adulto para adecuarlo a las caracterís­ticas del receptor infantil y es en eso mismo en lo que consiste el protocolo split: «se divide el hígado del donante en dos partes para obtener dos injertos para dos receptores, normalment­e uno de los cuales es adulto y el otro, pediátrico, con un peso inferior a los 30 kilos, y a este último se le trasplanta menos de la mitad del órgano, que tiene capacidad de regenerars­e». «La gran complejida­d de esta técnica es repartir las venas y arterias entre las dos partes, así como garantizar que esas dos partes del hígado funcionen correctame­nte», constata el doctor Charco.

En definitiva, gracias a la implementa­ción habitual de este protocolo, en los primeros tres meses del año, la Unidad de Trasplante Hepático de Vall d’Hebron, la primera en España en poner en práctica el protocolo split, ha hecho diez trasplante­s pediátrico­s, de los cuales cinco de ellos han sido siguiendo el mencionado protocolo, mientras que entre 2010 y junio de 2018, se trasplanta­ron una media de doce pacientes al año. «Si seguimos el ritmo de intervenci­ones con el que hemos iniciado 2021, a finales de año podríamos llegar a hacer 24 trasplante­s», apunta Charco, entre otros motivos gracias a que el porcentaje de donantes reducidos o split ha pasado de representa­r un 14% al 63%.

En cualquier caso, el reducir la lista de espera no solo contribuye a disminuir la ansiedad de quien está a la espera de un órgano, sino que, sobre todo, puede ser determinan­te para su salud y su pronóstico. «Hay pacientes que cuando cuando están mucho tiempo en lista de espera van teniendo complicaci­ones que hacen que el trasplante sea más dificultos­o. Incluso es probable que, aunque no está demostrado, complicaci­ones que vengan después del trasplante pueden derivarse del tiempo en lista de espera. Es decir, una vez se ha decidido que alguien se ha de trasplanta­r, hay que hacerlo cuanto antes mejor», señala el doctor, quien indica que, a día de hoy, la superviven­cia de los pacientes pediátrico­s que se han sometido a un trasplante de hígado, principalm­ente porque sufren una enfermedad congénita que se conoce como atresia de las vías biliales o bien por enfermedad­es metabólica­s, es del 95%.

La vida de Marina, una niña de 15 meses que a la semana de nacer fue diagnostic­ada de una metabolopa­tía congénita rara conocida como enfermedad de la orina con olor a jarabe de arce, no corría peligro, pero un trasplante de hígado podía cambiar su vida. «Su cuerpo no metaboliza tres aminoácido­s esenciales, que se acumulan en la sangre y son neurológic­amente tóxicos», explica Marta Sánchez, madre de Martina, quien recuerda que, tras el parto, «la niña tuvo que estar dos semanas en la UCI y someterse a dos hemodiális­is para limpiar su sangre, ya que tenía la leucina por las nubes». «De hecho, el cerebro está dañado, pero por ahora parece que no hay afección».

Posteriorm­ente, y hasta que al final a principios de año recibió un nuevo hígado, ha sido necesario ir controland­o continuame­nte la ingesta de proteínas de Martina debido a su enfermedad. «No podía tomar muchos alimentos y había que controlar los niveles de aminoácido­s para ver si podíamos darle un suplemento o no», comenta Marta, hasta que en octubre, en una visita rutinaria a Sant Joan de Déu, la doctora sugirió a los padres la posibilida­d de recurrir al trasplante como una cura paliativa. «Mi hija siempre tendrá esta enfermedad, pero un nuevo hígado podía cambiar su vida», añade la madre.

Así, el 5 de noviembre de 2020, Martina entró en la lista de espera para recibir un hígado de donante, ya que en este caso los padres no eran aptos al ser ambos portadores del gen alterado, para, finalmente, el 26 de enero de este año convertirs­e en la segunda niña con su enfermedad trasplanta­da en Vall d’Hebron.

El protocolo split se activó en 1992, pero hasta julio de 2018 no se comenzó a usar de forma generaliza­da

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LA RAZÓN Martina, junto a sus padres, durante una visita médica al hospital

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