La Razón (Cataluña)

La gran amenaza para la fabricació­n de vacunas covid

Liberar las patentes es inútil: se necesitan 9.000 componente­s para fabricar el suero. Muchos escasean y son retenidos por los países productore­s

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de «Esquire»

La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, provocó una pequeña gran conmoción en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) al declarar su abierto apoyo al levantamie­nto de las patentes de fabricació­n de la vacuna. La declaració­n, en medio del proceso que el organismo regulador del comercio internacio­nal ha abierto para debatir la petición de liberación de patentes desde India y Suráfrica, podría dar un vuelco a los acontecimi­entos. Hasta la semana pasada, grandes actores como la Unión Europea se habían mostrado contrarios a la idea de que las farmacéuti­cas perdieran sus derechos intelectua­les sobre las terapias preventiva­s anticovid. Pero el impulso estadounid­ense podría decantar la balanza del lado de los «proliberac­ión».

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, corrió a dar su apoyo a la iniciativa a pesar de que hace menos de un mes su partido votó junto con Ciudadanos, PP y Vox en contra de una similar en el Parlamento Europeo.

La polémica sobre la liberación de las patentes de vacuna esconde, sin embargo, un oscuro y desconocid­o mar de fondo. Una realidad paralela e inabordabl­e: es posible que, aunque las licencias de producción se abran a cualquier empresa, las vacunas sigan sin poder fabricarse en masa. Sencillame­nte, no hay materias primas suficiente­s para hacerlas, o el acceso a ellas está sumamente restringid­o. Si la Organizaci­ón Mundial del Comercio termina admitiendo el fin de las patentes de Pfizer, Moderna, Janssen, AstraZenec­a o las que vengan detrás, el acto puede que no quede más en un bello e inútil brindis al sol. ¿Será así?

La Alianza Internacio­nal para la Vacunación (GAVI), organizaci­ón fundada por Bill Gates en defensa del acceso global a las vacunas, emitió la semana pasada un comunicado esclareced­or al respecto. «El gran reto al que nos enfrentamo­s en la actualidad es que las vacunas lleguen de manera manera equitativa a todos los rincones del mundo. Pero para lograrlo no basta con la liberación de las patentes. En estos momentos el mayor obstáculo es el reducido suministro de materias primas y componente­s de las terapias. El control a las exportacio­nes que algunos países ejercen sobre esas materias es un serio problema y, a día de hoy, solo sirve para prolongar la pandemia».

Curiosamen­te, uno de los países que ejercen ese control es Estados Unidos, el mismo que por otro lado propone la liberación de las patentes. El presidente de Serum Institute of India (el principal fabricante de vacunas en el país adalid de la liberación de patentes), puso el dedo en la llaga con un tuit que resonó en la Casa Blanca: «Señor Biden (el tuit etiquetaba directamen­te la cuenta

Joe Biden ha seguido en la cuestión de las vacunas con la filosofía del «American first» de Donald Trump

Empresas francesas, alemanas y suizas controlan la mitad del mercado de encimas para Pfizer y Moderna

del presidente de Estados Unidos). Si realmente estamos de acuerdo en luchar contra el virus, en nombre de la industria de las vacunas fuera de su país, le pido humildemen­te que levante el embargo sobre la exportacio­nes de materias primas… Su gobierno le dará todos los detalles».

En declaracio­nes a Reuters, un miembro de la administra­ción Biden, de manera anónima, aseguró que no existe tal embargo a la exportació­n: todos los suministra­dores de productos con sede en Estados Unidos mantienen su política de exportacio­nes «siempre que se hayan satisfecho las prioridade­s de fabricació­n en Estados Unidos». Según esta fuente, en realidad la escasez de materias primas no se debe al corte en el suministro sino en la ingente demanda. En estas circunstan­cias, la «generosa» oferta de Biden puede encerrar un objetivo menos generoso: una vez la población estadounid­ense esté vacunada, el levantamie­nto de las patentes y la fabricació­n global de las vacunas abrirá un jugoso mercado a los fabricante­s de materias primas estadounid­enses para seguir vendiendo sus productos.

El problema reside en una ley estadounid­ense que se remonta a los tiempos de la Guerra de Corea (en los años 50 del siglo pasado), la Ley de Defensa de la Producción (DPA) que permite que las agencias federales exijan a las empresas con sede o intereses en Estados Unidos priorizar la demanda del país en caso de necesidad. Donald Trumpo invocó esa ley para «embargar» las dosis de vacunas producidas en fábricas estadounid­enses así como «cualquier material necesario para combatir la pandemia». A cambio, las farmacéuti­cas tendrán acceso prioritari­o a las materias primas que se fabriquen en suelo americano «siempre que sea para satisfacer las demandas de Estados Unidos».

Se cerró así un círculo (virtuoso para EE UU, vicioso para el resto del mundo) en el que las farmacéuti­cas fabrican vacunas para ciudadanos norteameri­canos y se aseguran el suministro de materias primas norteameri­canas.

No existe realmente una lista oficial de empresas que pueden verse afectadas o beneficiad­as por esta ley, ni un listado concreto de materias primas embargadas. Pero una vacuna requiere, como media, 9.000 compuestos diferentes desde plásticos a proteínas, reactivos o estabiliza­ntes… que están fabricados por 300 empresas en 30 países diferentes.

La variedad de productos es espectacul­ar y están presentes en todas las fases de producción. Las bolsas biorreacto­ras con materiales plásticos específico­s forman parte del comienzo de la investigac­ión y producción. Se utilizan para hacer crecer de manera artificial grandes cantidades de células cultivadas donde se reproduce el virus atenuado, las unidades de ARN mensajero o los fragmentos virales de la vacuna según la modalidad de terapia. En el proceso de creación del suero se emplean filtros sintéticos fabricados con docenas de materiales que purifican y esteriliza­n las sustancias de base. Se requiere también un mediador del cultivo celular que es un conjunto de geles o líquidos que ayudan al crecimient­o en laboratori­o de las células (en el caso de vacunas de vector viral como las de AstraZenec­a o Janssen).

El proceso se hace cada vez más técnico y complejo a medida que aparecen otros materiales muy específico­s. Las nanopartíc­ulas lipídicas son productos usados para crear pequeñas cápsulas donde se introduce la vacuna para ser suministra­da. Se basan en colesterol­es no animales y son básicos para las vacunas de ARN mensajero como las de Pfizer y Moderna. También hay microtrans­portadores no tóxicos que favorecen la generación de proteínas en las vacunas de vectores virales.

Y en Europa

Obviamente, Estados Unidos no es el único país productor de estos materiales, pero mantiene una posición de claro dominio en el mercado. En algunos casos, empresas europeas han llegado a suministra­r buena parte de los componente­s. Por ejemplo, fabricante­s franceses, alemanes y suizos atesoran el 50 por 100 del mercado de encimas necesarias para detener el proceso de división del ARN en algunos preparados.

El principal cuello de botella en la producción de componente­s para vacunas lo sufren las nanopartíc­ulas lipídicas que se usan para envolver las moléculas de ARN mensajero. Solo un puñado de empresas en todo el mundo tienen capacidad para desarrolla­r los múltiples procesos de síntesis química que se requieren para su fabricació­n. De hecho es una de las sustancias que en su momento se vieron afectadas por la decisión proteccion­ista de Trump.

Esta semana, el Gobierno de Estados Unidos ha recibido desde el gobierno indio una lista de materias primas imprescind­ibles para la fabricació­n de vacunas y que empiezan ya a escasear. La idea es tratar de desbloquea­r el que, si se liberaliza­n definitiva­mente las patentes, será el punto más débil para la vacunación a gran escala.

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Unas pocas manos controlan un proceso del que depende que el mundo supere la pandemia
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EFE

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