Hacienda, regalos y afectos
En esta sociedad donde los compromisos cada vez cuestan más, aún son los lazos familiares los que siguen sirviendo de red a buena parte de los españoles. Somos latinos, no anglosajones, y para nosotros la familia es la familia: no solo pura tradición sino el gran tesoro con el que se puede soñar. Hechas las risas pertinentes a través de las excepciones –la suegra y todos los tópicos– lo cierto es que aunque sea difícil llegar al momento del sí quiero, una vez que se logra proporciona una estabilidad –dure lo que dure– no solo por los contrayentes, sino por los allegados.
Un poco más allá de ellos andan los amigos, que a veces son como familia en este universo de afectos y seguridad que resulta tan importante. Bien, pues todos ellos, invitados siempre a las celebraciones más señaladas, bodas, bautizos, comuniones y demás, está en el ojo de Hacienda. Que quieran sin más no es cosa del fisco, pero que lo demuestren con regalos o dinero parece que sí, porque lo considera donaciones e implica tributar por ellos. Lo mismo da que sea dinero en un sobre –aunque no sea negro– que una transferencia, un reloj o una consola… Aunque Hacienda asegura que lo que quiere es controlar las irregularidades en las contrataciones del catering, peluquería y un largo etc, lo cierto es que hasta si el catering lo hace la prima y el peinado y maquillaje una amiga puede ocurrir que Hacienda piense que aquí hay quien paga bajo mano y se monte el lío. Aparte de ese afán recaudatorio que parece un atraco, resulta terrible pensar que el Estado quiera regular los objetos y los dineros que caben en las relaciones personales de los ciudadanos españoles. Al paso que va hasta querrá que se pague por los afectos. entre ellos.