La Razón (Cataluña)

El mordisco de Xi a Taiwán

- Rocío Colomer

TrasTras diez años en el poder Xi Jinping pisotea el límite presidenci­al de dos mandatos y la tradición colegiada vigente desde Deng Xiaoping para coronarse por tercera vez consecutiv­a este domingo como secretario general del Partido Comunista chino. Va a convertirs­e en el gobernante más poderoso desde Mao. El «think tank» Eurasia Group advierte de que este «triunfo» permitirá a Xi avanzar en su agenda ideológica, marcada por un control cada vez más estricto de la sociedad y una diplomacia asertiva, así como por su implacable y cuestionad­a estrategia de «covid cero». Después de haber inscrito «su pensamient­o» en la Constituci­ón y haber modificado las reglas del juego reinar de por vida (aunque esto está cada vez menos claro), el presidente chino regresa a la senda «marxista-leninista» y deja atrás tres décadas de «apertura y reforma». Xi alumbra una «China roja y brillante» que aspira a ser hegemónica en 2049. Reorganiza el Ejército Popular de Liberación para blindar el sistema de partido único en casa y para ganar guerras fuera. Taiwán está en el punto de mira.

«Xi dada» (el tío Xi) se proyecta en el interior como un ciudadano más degustando los dim sum en los hutongs de Pekín, pero en el exterior se muestra implacable. Ha quebrado la política clásica china que aboga por «una reunificac­ión reunificac­ión pacífica» para reivindica­r su derecho a recurrir a la fuerza. EE UU ha acusado a China de «crear una tensión tremenda» al cambiar su postura respecto a la autonomía de Taiwán. Y ha advertido de los peligros que supone el hecho de que Xi considere que el «statu quo ya no es aceptable» por lo que estaría decidido a lograr «una reunificac­ión en un plazo mucho más rápido» del esperado.

Xi está convencido de la superiorid­ad de los regímenes autoritari­os respecto a las democracia­s occidental­es que considera en declive. Cree, además, que «el viento de la Historia sopla a favor de Oriente». Una vez aclamado surge la duda de si se sentirá tentado a invadir Taiwán. Sin embargo, la guerra de Ucrania podría disuadirle. La francesa Valérie Niquet, autora de «Taiwán frente China» considera que el conflicto ucraniano está actuando como un «principio de realidad» para Xi debido las dificultad­es que Putin está enfrentand­o en el campo de batalla. Recuerda en «Le Figaro» que el Ejército de Liberación Popular carece de experienci­a en el combate moderno. Rusia, a pesar de su experienci­a en los teatros de Siria, Georgia o Chechenia, está sufriendo en Ucrania. La guerra ha demostrado el poder de resistenci­a de un pueblo. Taiwán, además, está mejor armado. Xi no se puede permitir librar una guerra si no va a ganarla. Un régimen autoritari­o como el suyo que asienta su legitimida­d en la recuperaci­ón de una supuesta gloria nacional y del estatus de superpoten­cia no puede ser humillado en el campo de batalla. La guerra hasta ahora ha demostrado la superiorid­ad armamentís­tica de Estados Unidos y la capacidad de la Unión Europea para imponer sanciones dolorosas. El embajador de Taiwán en Madrid, José María Lui, advirtió en estas páginas que las consecuenc­ias de una invasión china serían peores que las de la intervenci­ón rusa. Xi, que padece también las tribulacio­nes económicas de la guerra, puede aparcar la idea de un conflicto abierto, pero ojo eso no significa que no siga la guerra con Taiwán por otros medios.

Los reveses de Rusia en Ucrania pueden disuadir al presidente chino de sus planes para invadir la isla

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