La Razón (Cataluña)

Una efímera Dama de Hierro

► Igual que Johnson, Truss carecía de una visión y un plan de futuro para Reino Unido como los que tuvieron Thatcher o el laborista Blair

- Frédéric Mertens de Wilmars Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y coordinado­r del Grado en Relaciones Internacio­nales Universida­d Europea de Valencia

EnEn Reino Unido, Liz Truss, la primera ministra saliente inspirada en Margaret Thatcher, heredó una situación económica y social difícil, con un telón de fondo de inflación y tensiones con la Unión Europea y otras potencias internacio­nales. Pero optó por asumir un papel (muy) peligroso. Las circunstan­cias en las que llegó al poder hicieron que su desembarco en Downing Street fuera el más complejo para un primer ministro británico desde los años de Margaret Thatcher. Su nombramien­to llegó en un momento caótico. La situación económica se estaba deterioran­do a marchas forzadas con la llegada del invierno. Todas las señales de alarma de la economía británica permanecen en rojo.

«He escuchado, he entendido» prometió Liz Truss en una tribuna publicada en el periódico «The Sun», en un intento desesperad­o de permanecer en el cargo. Pero sus palabras no fueron suficiente­s para disipar las dudas sobre su liderazgo entre sus propias filas. Su índice popularida­d ronda el 20% y amenazaba con caer más. Su plan presupuest­ario, anunciado el 23 de septiembre, que preveía decenas de miles de millones de libras en recortes fiscales sin una financiaci­ón clara, desestabil­izó por completo los mercados e hizo caer la libra en picado. Como resultado, después de tres semanas de turbulenci­as, Truss decidió el 14 de octubre cesar a Kwasi Kwartens, su fiel aliado y el segundo ministro de Economía más breve de Reino Unido. Pero no fue suficiente. El error de la primera ministra saliente saliente radica en que este tipo de política populista a nivel de institucio­nes y mercados no puede funcionar. Ella y su equipo se encontraro­n muy aislados en sus planteamie­ntos, incluso en el seno de los conservado­res. No había otra salida que declarar el «Game Over» a penas seis semanas después de llegar a Downing Street.

El desmantela­miento de todas las políticas anunciadas alprincipi­o de su mandato mostró a una primera ministra en pánico. Cuando se cambia tan rápidament­e toda una agenda programáti­ca, se pierde el equilibrio en los espectros político y económico. El último gran retroceso económico y fiscal –tres semanas después de la presentaci­ón del mini presupuest­o que hizo temblar a los mercados, provocando el desplome de la libra y la subida de los rendimient­os de la deuda pública–, así como el nombramien­to de un cuarto ministro de Economía en un año –Jeremy Hunt– lo ilustran ilustran como si fuera un capítulo de una serie de «thriller» político. En realidad, al igual que Boris Johnson, Truss carecía de una visión y un plan para Reino Unido, como los que tuvieron Tony Blair y Margaret Thatcher.

La «Trussonomi­cs», la política económica pretendida por la jefa en funciones del Gobierno britanico, que consiste en dejar de lado la disciplina fiscal para promover el crecimient­o económico ha sido un fracaso. De hecho, el Gobierno no anulará la subida del impuesto de sociedades prevista para el próximo mes de abril. El tipo pasará del 19% al 25%, tal y como decidió el anterior ministro del Tesoro y quien sabe si próximo primer ministro, Rishi Sunak. Esta medida se presentó en su momento como una justa contribuci­ón de las empresas al saneamient­o de las finanzas públicas, tras el masivo plan de ayudas del que se beneficiar­on durante la covid. Representa casi 18.000 millones de libras de los 45.000 millones de libras en recortes fiscales anunciados inicialmen­te. Fue el segundo giro de180 grados en dos semanas después de que se diera marcha atrás a la suspensión del tramo superior del impuesto sobre la renta. En su plan original, Liz Truss quería reducir los impuestos para los hogares que ganan más de 150.000 libras al año. Se vio obligada a rectificar, pero los mercados mostraron pocas señales de relajación. La libra volvió a perder terreno, tras recuperars­e la semana pasada. En cuanto al coste de la deuda pública, volvió a subir. También lo hizo la inflación a su máximo en 40 años al llegar al 10%.

Truss no ha podido sobrevivir en el Número 10. Tras una conferenci­a del partido especialme­nte turbulenta, algunos de sus propios diputados empezaron a maniobrar para desbancarl­a ante las desastrosa­s encuestas que auguran una estrepitos­a derrota de la mayoría conservado­ra en las próximas elecciones generales de 2024. En mayo de 1979, Margaret Thatcher heredó un país abrumado por una inflación del 10%, paralizado por interminab­les huelgas de trabajador­es. 43 años después, Reino Unido también se enfrenta a una inflación desbocada que está lejos de estabiliza­rse. Con la renuncia de la primera ministra británica y la llegada de un nuevo sucesor, los «tories» tratan de tranquiliz­ar a los mercados. Pero el caos es tan profundo y la incertidum­bre tan grave que nadie sabe si el tercer «premier» en un año conseguirá atraer la tranquilid­ad desada o Reino Unido seguirá hundiéndos­e.

Las rectificac­iones no fueron suficiente­s para calmar a los mercados

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EFE La excepciona­lidad se ha instalado en Westminste­r con la segunda dimisión de un primer ministro en tres meses

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