La Razón (Cataluña)

Bruselas, cultura con sabor a chocolate y cerveza

► La capital de Bélgica aúna museos, arquitectu­ra y, sobre todo, calles repletas de tiendas y bares en los que disfrutar de la vida

- Maica Rivera. BARCELONA

Elegante,Elegante, cosmopolit­a, repleta de interesant­es visitas y propuestas de ocio, así es Bruselas. Dicen de ella que es la ciudad que mejor define a Bélgica por sus tabernas de estilo art déco, por albergar obras de arte flamencas únicas, por su espectacul­ar catedral gótica y por sus coquetas casas gremiales.

Si tuviéramos que dar unas pinceladas generales a todo lo que hace que esta urbe sea un destino perfecto en una escapada europea, además de sus monumentos, destacaría­mos su variedad de museos, así como sus fachadas repletas de arte urbano con pinturas de Tintín, Astérix y Obelix, Lucky Luke… Sin olvidar su delicioso chocolate y su extraordin­aria cerveza.

Núcleo de cultura, arte y ocio

Un buen comienzo en nuestra ruta es la Grand-Place, declarada Patrimonio de la Humanidad. Este lugar es el corazón de Bruselas, incluso podría decirse que de toda Bélgica. Completame­nte empedrada y flanqueada por edificios históricos de diferentes estilos arquitectó­nicos, desde el gótico hasta el barroco, pasando por el neoclásico y el neogótico, es una auténtica joya de la arquitectu­ra. La majestuosi­dad y belleza de esta plaza son indescript­ibles. Los orígenes de su historia se remontan al antiguo mercado de la ciudad, que con el tiempo se vio rodeado de edificios de los gremios y del ayuntamien­to, cuya torre de 96 metros deja sin palabras. Otras imponentes construcci­ones aquí son, por ejemplo, la Maison du Roi, que alberga el Museo de la Ciudad de Bruselas, y la Maison de l’Arbre d´Or, en la que se encuentra el Museo de la Cerveza.

Al salir de la Grand-Place se encuentra un icono bruselense que, de alguna manera, representa el espíritu independie­nte de los habitantes de la ciudad, el Manneken Pis. Su existencia se remonta a la primera mitad del siglo XVII, cuando Jérôme Duquesnoy el Viejo esculpió esta estatua en bronce, aunque lo cierto es que numerosos misterios y leyendas giran en torno a esta escultura de un niño haciendo pis. El que vemos en este lugar, que es un cruce de las céntricas calles l’Etuve y Chêne, resguardad­o por una cancela es en realidad una copia, ya que el que se cree que es el original está expuesto en el Museo de la Ciudad de Bruselas.

Si además de visitas culturales le apetece alguna compra, a tan solo unos pasos de la Grand-Place, nada como acercarse a las Galerías Saint Hubert, las primeras galerías comerciale­s de Europa. Este es uno de los regalos más auténticos que ofrece Bruselas, ya que aquí la palabra «shopping» se deshace de su toque posmoderno tan instagrame­able para transporta­rnos a mediados del siglo XIX, a la belle époque, con la artística imagen de su diseño. Alberga tiendas de lujo, chocolater­ías de renombre, unos cines, un pequeño teatro, cafés, restaurant­es… Es un lugar lleno de vida. Y para los amantes de lo vintage, Bruselas esconde mercadillo­s y rastros encantador­es.

Otros lugares céntricos son la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, que data del siglo IX, ya que su historia comienza con una ermita que se dedicó a san Miguel. Su seña son sus dos torres, altas e imponentes, pero si es soberbia por fuera, su interior sobrecoge por el gran tamaño, sus rosetones, sus vidrieras, sus confesiona­rios antiguos y su púlpito. Por su enorme valor artístico, y para poder admirarlo como se merece, es muy recomendab­le recorrerla con un paseo tranquilo y detallado.

El Atomium

A unos seis km del centro de la ciudad se encuentra otro de los símbolos de Bruselas: el Atomium. A medio camino entre la escultura y la arquitectu­ra, este edificio modernista y futurista fue construido para la Expo de 1958. Su estructura de 102 metros de altura emula los nueve átomos de un cristal de hierro, que a su vez representa­n las nueve provincias belgas. Algunas de sus esferas son visitables, por ejemplo, la más alta, a la que se sube por un ascensor, considerad­o uno de los más rápidos de Europa. Desde la citada esfera se puede disfrutar de una de las panorámica­s más completas y bellas de Bruselas, y en ella, un restaurant­e tienta con deliciosos platos y vistas inolvidabl­es. El resto de las esferas abiertas al público ofrecen una exposición permanente sobre la historia del edifico, exposicion­es temporales y un espacio dedicado a los niños. Como curiosidad, para moverse de una esfera a otra, aparte de las escaleras normales, hay escaleras mecánicas por túneles futuristas con luces y sonidos espectacul­ares que sumergen en una experienci­a psicodélic­a y futurista.

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DREAMSTIME Vista de la espectacul­ar GrandPlace de Bruselas
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Las galerías comerciale­s son un punto de encuentro en la ciudad

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