Un reptil en la chistera
Hay veces que suelta afirmaciones cuestionables, contradictorias, que abre la boca y da miedo antes de saber lo que va a decir (eso le viene de su madre, otra gran actriz que daba guerra), pero qué buen actor es Javier Bardem. Con más pelo, con menos pelo, con más años, con menos años, con más huevos o con ninguno, con o sin conejos... en la chistera, que «Jamón, jamón» pertenece casi a otra vida. Ahora, nuestro actor de mayor proyección internacional (con permiso de Banderas) se ha metido en un barullo entre el musical, la comedia y el fantástico con animalito computerizado de por medio para dar vida a Héctor, un mago cuyas palomas salen debajo de la chaqueta cuando Dios les da a entender y que, con todo el dolor, presumimos, de su corazón hecho a las apuestas, debe dejar atrás a su mascota ayudante, ese cocodrilo del título, en la casa familiar cuando las deudas lo asfixian. En ese tiempo, los Primm se mudan a Nueva York con su hijo adolescente, Josh, que no acaba de adaptarse a la nueva realidad, y compran la destartalada casa. Pero Josh descubre a Lilo, un reptil cantante (de hecho, entona como un Justin Bieber con escamas), aunque no hable ni mú y con un miedo que es casi pánico escénico, a quien le gusta darse baños y la buena música viviendo en el ático de su nuevo hogar. Una película inocente, tierna, con algún numero interesante, que podrán ver los hijos de Bardem y Penélope si andan en estas edades todavía, y encantadoramente absurda. De cara a las Navidades, para qué queremos más.