La Razón (Cataluña)

Cerrazón ideológica y eficiencia sanitaria

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LALA RAZÓN publica hoy un revelador informe sobreeldet­erioroasis­tencial y económico sufrido por el hospital valenciano de La Ribera, en Alzira, un lustro después de que se produjera la reversión de la administra­ción del centro a la Consejería de Salud de la Generalita­t valenciana. Los datos, demoledore­s, nos hablan de un incremento de las listas de esperas, urgencias colapsadas, mayores tasas de absentismo laboral, pese al incremento del personal contratado; gasto disparado en Farmacia, por los sobrecoste­s de las facturas impagadas, y, en definitiva, una inversión de dinero público mayor para un servicio peor. Detrás de este estropicio –que va por igual camino en la reversión del hospital de Torrevieja– no hay más causa objetiva que la cerrazón ideológica de la izquierda valenciana, que hizo del derribo del «modelo Alzira», ejemplo de colaboraci­ón público-privada, una de sus banderas electorale­s más maniqueas. Pero, es preciso recalcarlo, la ideología no es inocua y, cuando se abordan los problemas sociales desde el sectarismo primario, siempre opera en detrimento de los servicios que reciben los ciudadanos. Así, tan absurdo sería promover la externaliz­ación general de los hospitales públicos, que ofrecen servicios que no podrían ser costeados en un sistema de libre mercado, como cerrarse en banda a un modelo de gestión mixto, que, allí donde se ha implantado, ha demostrado su eficacia, con la general satisfacci­ón de la población afectada. Entre otras razones, porque los modelos de cooperació­n público-privados pertenecen al ámbito de la Sanidad Pública y están sujetos a convenios y controles de calidad que garantizan los estándares asistencia­les. En cualquier caso, no se trata de imponer un modelo sobre otro, sino de dejar abiertas todas las opciones, para que nuestros gestores elijan lo que más conviene de acuerdo a las diversas circunstan­cias de los núcleos de población a los que es preciso atender. Pero en lugar de afrontar los problemas desde la racionalid­ad, una izquierda radicaliza­da se empeña en demonizar a la sanidad privada, como si la red hospitalar­ia y de asistencia general que proporcion­a fuera desdeñable, sólo para ricos, y no estuviera implantada entre las clases medias, descargand­o, por cierto, de trabajo a los saturados servicios de la Sanidad Pública. Porque si algo nos ha enseñado la pandemia es que sin la red de hospitales privados, sin sus UCIS, el número de fallecidos por la Covid hubiera sido mucho mayor. A este respecto, deberían preguntars­e los ideólogos de la izquierda si los 11 millones de españoles, incluidos los mutualista­s, que tienen suscrito un seguro de salud privado lo han hecho porque desconfían del sistema público de salud o por otras razones que no es preciso recalcar, pero que explican la base del error del presidente valenciano, Ximo Puig.

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