La Razón (Cataluña)

Sin rumbo no hay milagro

- Gonzalo Miró

DeDe un disparate a otro y tiro porque me toca. Es la cruda realidad en la que transcurre la temporada del Atlético. Tiene pinta que para algunos se nos va a hacer larguísima. Y es que así van transcurri­endo las jornadas en un equipo absolutame­nte incapaz de controlar controlar un partido, independie­ntemente del rival o de la competició­n que este jugando.

Es igualmente cierto que en algunos partidos muy concretos el equipo merece algo más. Así sucedió ante el Brujas, el Real Madrid o el Cádiz. Pero es que en otros muchos encuentros, los rivales no rascaron algo más de milagro. Así sucedió ante el Athletic Club, el Girona o el Betis. La terca realidad es que, salvo ante el Getafe, en la primera jornada, y frente al Celta, los de Simeone no han vivido un partido donde no se suplique por el pitido final para ganar por la mínima o se rece por un alargue prolongado para intentar ganar a la heroica.

Cada partido se ha convertido en un brindis al sol, donde varía el sistema, los jugadores titulares o la posición de los mismos. El que un día juega en el medio, el próximo partido es central. Otro pasa de carrilero a ejercer de mediapunta o de segundo delantero a actuar como interior. El que no jugaba en los diez primeros partidos de la temporada, ahora es un fijo y el que empezó con el puesto garantizad­o, juega hoy los minutos de la basura.

Los más dramáticos, se agarran a la estupidez histórica del «Pupas» para explicar cómo se deja de ganar el pasado miércoles en el minuto 99 y se pierde el sábado en el mismo minuto. Cuando cada partido es una ruleta rusa, estas cosas pasan.

La situación actual del Atlético no se debe a la mala suerte. El del Cholo es un equipo que no se encuentra. Nadie reconoce a este grupo y, aunque se quiera menospreci­ar el valor de la plantilla, el problema no es ya cómo compite con equipos de mayor presupuest­o y sí lo fácilmente que equipos menores le ponen en problemas con demasiada frecuencia.

Mañana tocará vivir otro parto en Oporto con el fin de encontrar un mínimo consuelo en la humillació­n europea, pero cuando no se sabe ni cómo se va a jugar, ni quién va a hacerlo, el camino hacia el éxito es demasiado pronunciad­o.

El del Cholo es un equipo que no se encuentra. Cada partido es una ruleta rusa

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