La Razón (Cataluña)

El difícil reto de Feijóo

«Feijóo ha decidido no pactar, lo que nos sitúa en medio de una profunda borrasca política que amenaza con vientos huracanado­s»

- Vicente Vallés

CuandoCuan­do se habla sobre los sacrificio­s personales y las muchas responsabi­lidades que se asumen en la actividad política es lógico aceptar que todo ello es cierto. Y, sin embargo, eso no debe hacernos extender un manto de conmiserac­ión hacia quienes se dedican a la vida pública, porque nadie se mete en política si no es por una decisión personal derivada de un deseo irrefrenab­le. Y, por supuesto, nadie alcanza La Moncloa si no es por un apetito indomable de poder, revestido de un manto más «vendible» de voluntad de servicio y amor hacia tu país. Dicho en otras palabras, no se conoce el caso de que ninguno de nuestros presidente­s del Gobierno haya sido conducido al Palacio de La Moncloa por la fuerza pública en contra de su voluntad.

Siendo así, quien aspira a disfrutar de las mieles del poder ha de aceptar las inconvenie­ncias que tal aspiración pueda provocar. Y una de ellas es la tomar decisiones difíciles sin conocer previament­e el resultado que tendrán.

Por ejemplo, a Pedro Sánchez le salió bien su temeraria moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018. De haberle salido mal, quizá Sánchez habría desapareci­do del mapa político para siempre. Pero triunfó, y ya lleva cinco años en el cargo.

Cuando cayó Rajoy, el Partido Popular miró hacia Alberto Núñez Feijóo, pero el líder gallego optó por quedarse en su tierra. No así hace unos meses, cuando la precipitad­a salida de Pablo Casado volvió a situar las miradas en Feijóo, que esta vez sí asumió el mando. Y eso supone, a su vez, seguir adoptando decisiones difíciles, como la de pactar o no pactar con Sánchez, sin saber qué consecuenc­ias políticas puede tener el pacto y el no pacto.

Feijóo, asesorado por sus más conspicuos coroneles, ha decidido no pactar, lo que nos sitúa en medio de una profunda borrasca política que amenaza con vientos huracanado­s, y augura una batalla electoral en la que ningún bando hará prisionero­s. Y ese es el reto inmediato para el líder del PP: gestionar un hábitat político cargado de electricid­ad. Puede ser solo un calambre que le impulse hacia arriba, o la silla eléctrica.

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