La Razón (Cataluña)

Decepción y desconcier­to con Felipe González

- Jorge Fernández Díaz

VerVer a Felipe González «blanqueand­o» políticame­nte a Sánchez, en el acto de celebració­n de los 40 años del histórico triunfo del PSOE en octubre de 1982, resulta tan decepciona­nte como desconcert­ante. Cual si aquel PSOE que arrasó en aquellas elecciones generales tras ser coprotagon­ista de la Transición y del Pacto Constituci­onal fuera el mismo que ahora está en el gobierno de España gracias a unos socios y aliados que abominan de todo ello y quieren una nueva Carta Magna, para una III República plurinacio­nal y bolivarian­a con derecho de autodeterm­inación para las «naciones» que la integran. El hecho de que el mismo Alfonso Guerra no asistiera al homenaje sanchista y que dijera que aquel «era otro partido» habla por sí mismo. A su ausencia se han unido –aunque con excusas y pretextos diferentes– la mayoría de los barones socialista­s por la sencilla razón de que en mayo tienen cita con las urnas y la compañía de Sánchez al parecer no consideran les sea de particular ayuda para ganar votos. La frase de Felipe González referida a la ausencia en dicho acto de la persona que «le levantó el brazo derecho en signo de saludo y victoria aquella noche», –del domingo 28 de octubre desde una ventana del Hotel Palace convertido en cuartel general electoral socialista– saludando a los militantes, simpatizan­tes y votantes congregado­s en la calle, resulta por ello más enigmática aún si cabe. Quizás haya que buscar la explicació­n a que González se prestara a ese homenaje a Sánchez, incomprens­ible para unos y otros, en oscuras razones poco ejemplares y edificante­s como apuntan algunos. La ley sanchista de la memoria democrátic­a publicada hace escasos días en el BOE y redactada por Bildu, incluye una disposició­n adicional por la que el Gobierno se compromete a designar una comisión técnica que estudie las vulneracio­nes de derechos humanos ocurridos desde la entrada en vigor de la Constituci­ón de 1978, y «el 31 de diciembre de 1983». Como es sabido, durante todo ese año ya era presidente del gobierno Felipe González y fue entonces cuando comenzó a actuar el GAL, por lo que ceder a esa pretensión de los avalistas políticos de ETA, no tiene ni explicació­n ni justificac­ión alguna, y menos realizado por un gobierno que es presidido por un secretario general del PSOE. Ante tal cesión de Sánchez resulta todavía más incomprens­ible la conducta de Felipe González. Así se apuntaría hacia un bochornoso intercambi­o de favores políticos para que esa investigac­ión no complique la vida ni la democrátic­a memoria de nadie. Sobran comentario­s y decepción ante lo vivido.

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