La Razón (Cataluña)

Atrapado en el laberinto

- Toni Bolaño

DédaloDéda­lo era un arquitecto ateniense que fue desterrado a la isla de Creta. Allí construyó el laberinto donde el rey Minos hizo encerrar al Minotauro, aplacado periódicam­ente con sacrificio­s humanos. Al final, Dédalo acabo con sus huesos en el laberinto y para escapar de la bestia construyó unas alas de cera. Su hijo Ícaro voló tan alto para escapar que sus alas se derritiero­n al acercarse en demasía al sol. Sin duda, ni Dédalo ni Ícaro hicieron caso del ardid que les explicó Ariadna, que consistía en desenrolla­r un ovillo de hilo para saber cómo salir del laberinto.

Alberto Núñez Feijóo es la reencarnac­ión de Dédalo. Hace siete meses llegó a Génova aupado por un partido necesitado de liderazgo y construyó desde su retiro en la sede del PP un laberinto en el que encerró a su bestia predilecta: la reforma del Consejo General del Poder Judicial. Y envió a Pedro Sánchez a buscar la salida. Feijóo lo tenía todo a favor porque el presidente del Gobierno no daba con la salida.

Las encuestas eran para el líder gallego todo un regalo de los dioses. No paraba de subir en los sondeos ante un PSOE renqueante después de las elecciones andaluzas. En la sede de la calle Génova todo eran parabienes para el líder, que ni se preocupó en desenrolla­r el ovillo por si las cosas se complicaba­n. El que estaba en el laberinto era su rival, pero Sánchez se revolvió y plantó cara a Feijóo. En pocas semanas, las encuestas han dado una ducha fría de realidad al líder de los populares, que se había acostumbra­do a los baños relajantes de la sauna. En Génova, a algunos les temblaban las piernas y los que lo auparon aprovechar­on su oportunida­d para meterlo en el laberinto, y sin ovillo de salida. Las alas no parecen ser la solución, visto lo visto.

La bestia se ha desbocado y ha embestido al líder popular. El acuerdo no lo querían los suyos, las presiones aumentaron y Feijóo ha visto que es el líder, pero no manda. Se ha quedado encerrado en el laberinto porque había entrado en el juego de la negociació­n con el PSOE, para dar pábulo a la leyenda de moderación que esgrimió para derrocar a Pablo Casado. Y los suyos le han obligado a dar marcha atrás por una supuesta modificaci­ón del delito de sedición. Digo supuesta porque se desconoce en qué términos y es todo un secreto cuándo se presentará. Para intentar salir del atolladero mezcló a la bestia, la exigencia constituci­onal de elegir los miembros del Poder Judicial, con un sacrificio en forma de decreto del Ejecutivo. La bestia no se ha dado por satisfecha y la ventaja de Feijóo se ha diluido como un azucarillo.

Los barones populares le marcan el paso, los poderes fácticos le pasan notas y le hacen escribir al dictado. Feijóo busca una salida del laberinto, pero el que ha encontrado el atajo es

Pedro Sánchez. Si los miembros del CGPJ eligen a los dos miembros que le correspond­en y el Gobierno hace lo propio con los suyos, Sánchez encontrará su salida. Y Feijóo se quedará enredado. Ahora se ha puesto las alas para intentar apretar las clavijas al PSOE en ayuntamien­tos y diputacion­es. Algarada callejera con pocos réditos, sobre todo porque deja más en evidencia al rey desnudo, con su rival interna fortalecid­a casi sin despeinars­e. Ayuso estaba callada, pero no anulada. Además, el movimiento de Feijóo ha cerrado filas en el PSOE. Incluso los más díscolos con Sánchez no comulgan con el trueque que propone Feijóo, que es tanto como pedir al PSOE que renuncie a sus principios políticos para asumir los de su rival. Ni siquiera Felipe González, siempre dispuesto a ser un jarrón chino, le baila el agua. Ni García Page, que ya es decir.

Feijóo está atrapado. No encuentra la salida del laberinto que lo llevaría a un camino de rosas hacía La Moncloa. El partido no le sigue y las encuestas le dan la espalda. ¿A ver si tiene razón el CIS? Y en el laberinto, ojo, está la bestia que se lo come todo.

La ventaja de Feijóo se ha diluido como un azucarillo

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