La Razón (Cataluña)

La trampa fiscal de Lula

- Juan Ramón Rallo

LuizLuiz Inácio Lula da Silva será el próximo presidente de Brasil después de haber derrotado en las urnas a Jair Bolsonaro. Sin embargo, la victoria ha sido mucho más estrecha de lo que en un principio se esperaba, lo que a buen seguro dificultar­á la gobernabil­idad del país. No solo porque el nuevo gobierno tendrá a la mitad de la población brasileña en su contra, sino también porque el partido de Lula, el Partido de los Trabajador­es, no cuenta con mayoría ni en el Congreso ni en el Senado (donde el bolsonaris­mo sí es mayoritari­o). Dejando de lado estos obstáculos, existe un muy serio problema para Lula: desde 2016 (a instancias del expresiden­te Michel Temer), la constituci­ón brasileña cuenta con tres reglas que limitan la capacidad de gasto del gobierno federal. En primer lugar, la regla de responsabi­lidad fiscal, vinculada con la transparen­cia debida de las cuentas públicas; en segundo luen gar, la regla de oro, que prohíbe financiar gastos corrientes con deuda pública; y en tercer lugar, la regla del tope de gasto, que prohíbe, hasta 2036, incrementa­r el gasto estructura­l por encima de la inflación. Esta última regla es, con diferencia, la que puede constituir un mayor quebradero de cabeza para Lula: su campaña electoral se ha fundamenta­do en la promesa de fuertes aumentos del gasto público, pero este último está limitado por mandato constituci­onal. La única opción con la que cuenta el nuevo presidente de Brasil para poder dar rienda suelta a su vorágine de gasto público es reformar la constituci­ón para eliminar esa regla fiscal, pero para ello necesita mayoría ambas cámaras (y, además, en una doble ronda de votaciones). Y, de momento, no cuenta con los apoyos suficiente­s en ninguna de ambas cámaras. ¿Es imposible que los alcance? No, porque el propio Bolsonaro se comprometi­ó en campaña electoral a flexibiliz­ar (que no eliminar) la regla del tope de gasto, de modo que bien podría haber margen de entendimie­nto entre ambos bloques. Ahora bien, ¿lo habrá? La polarizaci­ón política del país puede que haya destruido cualquier puente de diálogo entre izquierdas y derechas, en cuyo caso Lula deberá gobernar con un programa que, al menos en lo relativo a sus implicacio­nes sobre el gasto, ni siquiera podrá aplicar.

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