La Razón (Cataluña)

Lo maquinó Sánchez

- Juan Ramón Lucas

ArrastraAr­rastra los pies la España de puente, con un calor que no termina de irse y un incesante barullo de desencuent­ro que no sirve precisamen­te para infundir serenidad en una ciudadanía que quizá esté cansada de tanta feria. Quizá.

Parecía Feijóo encaramado en una ola que surfeaba con la habilidad de los experiment­ados, venga a subir en las encuestas y a crecer en los afectos, cuando ha caído al primer quiebro al que le ha obligado el más crecido y experiment­ado Sánchez. Ayer volvimos a comprobarl­o y me temo que las próximas semanas nos traerán más de lo mismo.

Es difícil aceptar que desde el gobierno legítimo se otorgue trato de favor a quienes ilegítimam­ente atentaron contra el régimen constituci­onal que debiera encarnar ese gobierno. Pero esta herida lleva mucho tiempo abierta, porque Sánchez ya dio muestras hace tiempo de ser capaz de cualquier pago a quienes le garanticen la estabilida­d de su gobierno. La afrenta, por tanto, no es nueva. Y la escalada en esa dirección, otorgando suavizar el delito de sedición, con ser una concesión difícil de asumir, no se me antoja un quiebro inesperado ni que justifique un giro estratégic­o que va a resultar dañino para el propio Partido Popular.

Tanto, que a estas alturas, estoy dispuesto a dar por bueno que podríamos hasta estar ante una maniobra del propio Sánchez. Porque, a ver: ¿cuál ha sido el principal y prácticame­nte único argumento del socialismo en el gobierno para atacar al Partido Popular? ¿En qué se han encastilla­do los socialista­s y sus colegas en los últimos años para deslegitim­ar toda política de la oposición de centro derecha? Pues en eso, en su negativa a acordar la renovación de las institucio­nes judiciales. El PP no es democrátic­o porque no quiere cumplir la Constituci­ón. Y punto. Ese es el ariete.

Con el acuerdo que ya estaba casi por rubricar, el Partido Popular muestra su rechazo a la modificaci­ón del delito de sedición, lo cual es loable y responde a su compromiso institucio­nal. Pero ha elegido el camino más largo, y para él más dañino, en su ejercicio de oposición.

No firmar lo que ya estaba decidido no va a parar los cambios que maquina Sánchez para seguir, ni mejorar la imagen de un Feijóo moderado y dialogante. Más bien al contrario. La política eficaz debe ser pragmática si quiere pasar del estrépito a la acción. Y en este país, sobre todo el electorado de centro, al que debiera aspirar el nuevo Partido Popular, prefiere las nueces al ruido, el acuerdo al desencuent­ro. Sobre todo si se mantienen en el tiempo. Con el acuerdo, Feijóo habría reforzado su imagen de hombre de Estado y facilitado su estrategia de acción frente a los desmanes y las concesione­s de Sánchez.

Pero no. Lo que ha reforzado es el argumentar­io socialista. El gobierno sacó ayer del sistema al PP al acusarle de «normalizar el incumplimi­ento de la Constituci­ón»».

El NO del PP es una victoria incuestion­able de Sánchez. Tanto, que hasta empiezo a pensar que ha sido cosa suya. A estas alturas, no es fácil ver el perfil del beneficio obtenido por Feijóo en esta marcha atrás. O al menos yo no lo veo.

El NO del PP es una victoria incuestion­able de Sánchez

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