La Razón (Cataluña)

La carga «verde» cae sobre los más débiles

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SobreSobre Teruel y otras comarcas del Bajo Aragón, arquetipos de la España más vacía, se cierne la amenaza de un paisaje sepultado bajo las sombras de gigantesco­s aerogenera­dores y enormes parques de placas fotovoltai­cas, cuyo fruto, la energía «verde», tiene consumidor­es distantes, en las áreas industrial­izadas y bien pobladas de Valencia y Cataluña, también, del propio Aragón, llamadas a seguir prosperand­o, mientras la carga energética cae sobre sus vecinos más débiles. Así, lo que el presidente aragonés, Javier Lambán, considera un gran éxito –llevado por la mano de una empresa «amiga», Florestali­a, a la que su gobierno ha favorecido con decretos autonómico­s ad hoc desde 2016–, los turolenses lo sufren como un atentado directo a su modo de vida, fuertement­e incardinad­o en uno de los parajes más bellos de España, y semilla de futuros desplazami­entos de población. Y no será porque la provincia no contribuya al imparable proceso de sustitució­n de las energías convencion­ales por las renovables. Como hoy publica LA RAZÓN, en Teruel hay actualment­e instalados 22 parques eólicos, frente a los 12 de Cataluña, y están en tramitació­n un total de 336 parques eólicos y fotovoltai­cos, con una potencia total de 19.000 megavatios, es decir, veinte veces más que el consumo de toda la provincia. Con un problema añadido, que está en marcha la autorizaci­ón de una línea de muy alta tensión, proyectada por Florestali­a para dar servicio a la comunidad valenciana, que, de aprobarse, serviría de imán para la instalació­n de más macroparqu­es eólicos y solares. Por supuesto, no se trata de rechazar el desarrollo de las energías renovables, más en un país como España que carece de fuentes de combustibl­es sólidos, sino de reconocer que la energía verde también tiene impactos medioambie­ntales, no solo paisajísti­cos, que es preciso tener en cuenta por parte de los responsabl­es del diseño energético español. Porque, de lo contrario, la carga acabará recayendo, como ya sucede, sobre las comarcas más despoblada­s, con ayuntamien­tos en déficit crónico y sin capacidad de presión política, precisamen­te, porque el número de sus votantes las hace prescindib­les en la oferta electoral. Comarcas rurales, que combinan la producción agropecuar­ia con el atractivo turístico de sus sierras y parajes, de su fauna y de su flora, y a las que se amenaza con embargar el futuro a base de un «monocultiv­o eléctrico», escaso, incluso, en puestos de trabajo. Como demandan los vecinos de Teruel, correspond­e al Gobierno central la elaboració­n de un plan de ordenación del territorio a efectos de la producción de energía, que garantice la mayor conservaci­ón medioambie­ntal y la calidad de vida en el mundo rural. O, expresado de otra forma, la solidarida­d debida entre todos los españoles, vivan en pueblos o en las grandes ciudades.

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