La Razón (Cataluña)

¿De quién es el arte de los presos de Guantánamo?

- Matías G. Rebolledo

HaceHace ya un tiempo que la comunidad internacio­nal viene preguntánd­ose acerca de la capacitaci­ón del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, para ejercer como tal. Poco o nada ayudan decisiones como una de las últimas que ha tomado su Ejecutivo, contradici­endo una medida que él mismo apoyó y promocionó cuando era el segundo de Barack Obama en su Administra­ción. En 2009, el Departamen­to de Estado permitió que varias obras de arte creadas por los presos de Guantánamo –una de las irregulari­dades carcelaria­s más flagrantes de Occidente, donde asesinos probados y meros investigad­os están forzados a convivir en condicione­s que rozaban lo infrahuman­o– salieran del centro de internamie­nto internamie­nto a modo de gira. Tras una serie de exitosas exposicion­es, los cuadros (alrededor de un centenar) ahora no pueden salir de la base norteameri­cana: «Se trata de obras pertenecie­ntes a Estados Unidos. No pueden salir del país sin su permiso», explican desde el Pentágono a «The Art Newspaper».

La decisión ha provocado que varios presos, ante la imposibili­dad de vender obra revaloriza­da con el paso de los años, hayan puesto en manos de sus abogados la pertinente denuncia. Asociacion­es sin ánimo de lucro, como «Healing and Recovery after Trauma», les ayudan en su batalla legal. Sobre todo, cuando se trata de presos sin apenas recursos que, con la venta de los cuadros, buscan dotar de apoyo económico a sus familias. Algo que, hasta el año 2017, se podía hacer sin ningún impediment­o, momento en el que la Administra­ción Trump paralizó unas ventas que Biden prometió regulariza­r.

Más allá de la trama misma de la financiaci­ón, que nos devuelve un dilema obvio (¿a dónde va a parar realmente el dinero de la venta de los cuadros cuando estamos hablando de presos que mantienen, posiblemen­te, lazos con organizaci­ones terrorista­s), pero también una cuestión ulterior. La polémica de la propiedad de las obras, como producto del trabajo en las prisiones, evidencia lo roto del sistema estadounid­ense, que encuentra en sus encarcelad­os una mano de obra barata, eficiente y poco organizada. Podemos hablar de terrorismo, pero también debemos hacerlo de esclavismo moderno.

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Militares estadounid­enses escoltan a un preso en el centro carcelario del Caribe

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