Mi reino por el vibranium
La muerte de Chadwick Boseman en 2020, con 43 años, no solo dejó desolados y huérfanos a cuantos lo conocieron y amaron, también a sus fans y compañeros en las películas donde participó, incluida «La madre del blues», sin duda el trabajo del joven actor más aplaudido en su, por otra parte y trágicamente, corta carrera. Pero antes, en 2018, Boseman encarnaba a Black Panther en la producción homónima, y a Disney, la factoría detrás, o al lado, de Marvel, le gustó aquel intérprete que daba muy bien el tipo para encarnar a T’Challa, quien, después de los acontecimientos acaecidos en «Capitán América: Civil War», vuelve a casa, a la poderosa nación de Wakanda, aislada del mundo y muy avanzada tecnológicamente, para ser proclamado rey. Luego suceden un montón de cosas, como imaginarán, que no da lugar contarles. De ahí que, centrándonos ahora en la apabullante, que no genial ni mucho menos, secuela que se estrena ahora descubramos el homenaje y el dolor, real, por la pérdida de Boseman, el de carne y hueso y el personaje. La reina Ramonda (una muy convincente, de lo mejor, en fin, Angela Bassett), Shuri (Letitia Wright), M’Baku, Okoye y demás, aunque rotas por la pérdida tan terrible, deben seguir luchando para proteger el sofisticado, próspero y enigmático país de Wakanda, que las potencias mundiales acosan a raíz de la muerte deT’Challa. La culpa la tiene el vibranium, un elemento muy peligroso en malas manos (por ejemplo, las de EE UU, dicen en la cinta) y que, aunque así se creía hasta ahora, no se encuentra únicamente en Wakanda, sino en otro lugar subterráneo... De cuyos moradores, con la piel azul (nótense las connotaciones evidentes raciales) deben defenderse nuestras protagonistas con uñas, dientes, lanzas y cuanto tengan a mano. Bien, la película termina siendo, el pan nuestro de cada día, excesivamente larga, aunque posee una potente banda sonora y varias escenas de acción efectivas y las consabidas vindicaciones feministas y tal. Pero, sobre todo, se trata de un filme que provoca la triste impresión de que todo el mundo quería quitarse de encima como buenamente se pudiera. Boseman, te echamos de menos.