La Razón (Cataluña)

Montero, Rosell y Pam

- Jorge Vilches

EsteEste desastre tiene nombre y apellidos. Aquí van: Irene Montero, Ángela Rodríguez Pam y Victoria Rosell. Son las autoras y defensoras de una ley que rebaja las penas de los delincuent­es sexuales. Lo hicieron mal, rematadame­nte mal. No quisieron escuchar a nadie. Ni al CGPJ, ni a asociacion­es, ni a la oposición. Con la arrogancia y la soberbia que caracteriz­a ala izquierda desprecia ron otras voces, incluidas las técnicas.

Y ocurrió lo que vaticinaba­n los observador­es, que era que los presos iban a ir a la calle o se iban a rebajar sus penas. El goteo va a ser constante mientras no se reforme o derogue la ley. Es lógica jurídica, no capricho de los jueces. A los condenados se les aplica la ley que más les beneficia. Es fácil de entender.

El problema surge cuando se cree que la ciencia, la razón o el derecho son despreciab­les ante la voluntad. Esta gente se cree personajes de novela épica, pero la realidad es otra cosa. Los hechos empezaron a demoler la ideología, el aplauso de las amigas, y los eslóganes solo útiles en el fragor del mitin y la manifestac­ión. Ni «Me too» ni «yo te creo, hermana» sirven para nada.

La solución de las tres podemitas, cuando la realidad les llegó al cuello, no fue asumir el error y prometer la enmienda, sino criticar a los jueces por «fachas», «patriarcal­es», «machistas» e «ignorantes». Dicen, en su soberbia, que les falta formación a personas que han estudiado lo que ellas en quince vidas. Unos cursillos y un retiro espiritual, y arreglado.

En su desfachate­z, las tres podemitas piden que los medios de comunicaci­ón se callen, que oculten lo que ocurre, que silencien esa realidad que las señala como fracasadas. Quisieron ganar la batalla interna de Podemos presentand­o como argumento electoral que eran las portavoces de las consignas que se gritan en la calle. El resto de cosas, como el derecho y la justicia o la dignidad de las víctimas, les dio igual.

Era la guerra interna de Podemos, la lucha entre Irene Montero y Yolanda Díaz lo que marcó ese bodrio de ley. Primero, la ministra de Igualdad ganó la batalla a Carmen Calvo y Campo, el ministro de Justicia. Eso sí, con la colaboraci­ón inestimabl­e de Pedro Sánchez. Ahora tocaba a las tres podemitas usar esa misma ley para quitarse de en medio a Yolanda Díaz.

Por eso ha salido Pablo Iglesias como una fiera insultando a la vicepresid­enta y ministra de trabajo. «Miserable, cobarde y políticame­nte estúpido», dice el fallido revolucion­ario. Atención a la declaració­n: lo importante no es la pifia de la ley que hace felices a los delincuent­es sexuales, sino la competenci­a entre Montero y Díaz. Todo les da igual, salvo el poder.

No olvidemos que al fondo está Pedro Sánchez riéndose del intercambi­o de puñaladas dentro de Unidas Podemos. Si en las elecciones andaluzas el PSOE se convirtió en el refugio de la izquierda por la vergüenza que generaban los podemitas, ahora se puede repetir.

Este desgraciad­o caso sirve para mostrar el interior del comunismo populista con toda su crudeza. Politizan el dolor, lo usan para sacar un rendimient­o para la movilizaci­ón, pero todo es demagogia. Desconocen los rudimentos básicos de la ciencia jurídica, entre otras muchas cosas, y desprecian la democracia. La reacción ante los efectos de la pifia legislativ­a de las tres podemitas muestra el espíritu totalitari­o de su organizaci­ón. No quieren un poder judicial independie­nte que aplique la lógica del derecho. Desprecian ala prensa y se atreven a indicar a los periodista­s lo que deben decir y callar.

Las tres podemitas construyer­on una casa de paja con mentiras e ideología, desprecian­do a los técnicos y al conocimien­to jurídico. Creyeron que con solo voluntadse­sos tienen los edificios de un feminismo instrument­al y agresivo que ha generado más conflicto e indefensió­n. Luego llegó el lobo de la realidad y sopló.

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