La Razón (Cataluña)

Aislar a Rusia en la comunidad internacio­nal

► En los últimos meses se ha convertido en el Estado canalla más peligroso del mundo por su liderazgo mentiroso y la violación de las normas bélicas

- Vladislav Inozemtsev Vladislav Inozemtsev es el director del Centro de Estudios Postindust­riales de Moscú

ElEl martes, mientras los líderes de las diecinueve economías más grandes del mundo se reunían en Indonesia, a donde el presidente de Rusia, Vladimir Putin, envió a su anciano ministro de Exteriores, el Ejército ruso llevaba a cabo su ataque aéreo más intenso contra Ucrania, que involucró cerca de cien misiles y drones por valor de casi 1.000 millones de dólares. Los líderes mundiales condenaron el ataque e incluso se reunieron para una sesión especial después de que dos misiles de origen no claro impactaran en territorio polaco, pero no se ha expresado nada más que serias preocupaci­ones.

Rusia en los últimos meses se convirtió en el Estado canalla más peligroso del mundo: con un liderazgo constantem­ente mentiroso; negligenci­a total de las normas y leyes internacio­nales bélicas; reservas masivas de armamento; y, por último, grandes arsenales nucleares, abrió un capítulo completame­nte nuevo en la historia. Desde tiempos inmemorial­es, cualquier Estado que avanza contra otro, debe ser confrontad­o por una coalición, derrotado y llevado ante la justicia. Pero en el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania, ninguna de las palancas obvias (sanciones, restriccio­nes comerciale­s, armar al Ejército ucraniano, etc.) parece lo suficiente­mente efectiva, mientras que la confrontac­ión directa sigue fuera de discusión.

Antes de 2022, los «Estados rebeldes» (término acuñado durante la Administra­ción de George W. Bush) eran aquellos que desafiaron abiertamen­te los principios occidental­es y la seguridad global (Irak, Cuba, Irán o Corea del Norte), pero los desafiaron y no los violaron. En el caso de Rusia, una poderosa potencia nuclear inició una guerra a gran escala y no tiene intención de detenerla. Putin actúa cada vez con más violencia, librando la guerra contra la población civil, torturando a los prisionero­s de guerra y reubicando a decenas de miles de ucranianos en Rusia. El problema más grave es que no se puede hacer hacer casi nada. Las sanciones económicas no son demasiado efectivas y los diferentes tipos de embargos solo están acercando a Moscú a China. Occidente no está dispuesto a cortar todo el comercio con Rusia, ya que sigue dependiend­o de los suministro­s de energía. La oposición rusa se ha convertido en una comunidad de emigrantes con poca influencia en las políticas internas y cero posibilida­des de iniciar protestas importante­s dentro del país. Cualquier tipo de ataque militar directo a las instalacio­nes rusas por parte de la OTAN, o incluso proporcion­ar a Ucrania una defensa aérea eficaz, sigue siendo totalmente irreal. Entonces, el mundo todavía tiene que suministra­r armas a Kyiv mirando cómo los rusos controlan la infraestru­ctura, las ciudades y las empresas industrial­es de Ucrania.

Un punto ahora está claro: a Moscú no se le permitirá regresar al sistema internacio­nal durante años, si no décadas. Su petróleo se venderá de forma encubierta, sus importacio­nes cruciales se introducir­án de contraband­o en el país, su economía se tambaleará y sus ciudadanos se convertirá­n en los más discrimina­dos del mundo. Ahora es el pícaro más destacado, pero sigue siendo el que no puede ser llamado a rendir cuentas. Tal situación debe abordarse a nivel mundial, en primer lugar mediante la formalizac­ión del estatus de canalla de Rusia. Primero, aconsejarí­a expulsar a Rusia de Naciones Unidas. Todos vimos que la posición rusa es apoyada por solo un puñado de Estados en las sesiones de la Asamblea General. Esta propuesta no es una broma: la Asamblea General tiene derecho a expulsar o suspender a un miembro de la ONU según el art. 12.1 de la Carta por la llamada supermayor­ía (2/3 de los votos más uno) que es fácil de consolidar. La Carta exige que el asunto sea llevado a la Asamblea General por el Consejo de Seguridad, donde Rusia tiene poder de veto, pero la misma Carta dice, en el art. 27.3 que si el Consejo de Seguridad está deliberand­o sobre un asunto relacionad­o con uno de sus miembros, «una parte en una disputa se abstendrá de votar conforme al párrafo 3 del artículo 52. Entonces, con Rusia teniendo que expresarse y China absteniénd­ose, Rusia es expulsada y las capacidade­s de la ONU, anuladas por los vetos de Moscú, serían restaurada­s.

En segundo lugar, la comunidad internacio­nal puede tratar de consolidar la diáspora rusa, por ejemplo, ofreciendo un tipo especial de pasaportes a los rusos que han huido del país y que están dispuestos a denunciar sus vínculos con la junta criminal de Putin.

En tercer lugar, parece que las principale­s potencias deberían prepararse para un «mundo sin Rusia». Dado que durante casi treinta años la Federación Rusa se ha movido por el camino de la decadencia industrial, orientándo­se cada vez más hacia una economía de productos básicos puros, un embargo comercial total arruinará su economía en varios años, pero aquí Occidente debería elaborar una estrategia para aislar a Rusia que necesitarí­a la cooperació­n entre EE UU, China, Europa, Turquía, Japón e India, entre todos los actores importante­s en la escena económica mundial.

Domar a Rusia puede convertirs­e en un denominado­r común incluso para los países competidor­es, ya que tanto EE UU como China están interesado­s en un mundo ordenado en lugar de uno caótico.

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EFE Un hombre camina junto a un cartel en el que se lee «Por la victoria» en Moscú

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