La Razón (Cataluña)

Casting cerrado para fichar al secretario general de los obispos

► A partir de mañana, la Conferenci­a Episcopal se reúne en Plenaria para buscar al gestor del día a día de la Iglesia española e interlocut­or con el Gobierno

- José Beltrán.

Apriori,Apriori, cualquier bautizado podría postularse como secretario general de la Conferenci­a Episcopal Española, con el visto bueno de su obispo local. Pero lo cierto es que los aspirantes reales se cuentan con los dedos de una mano. Entre otras cosas, porque a esa primera bendición le tiene que acompañar el aval de una decena de mitras o ser directamen­te propuesto por la Comisión Permanente, el órgano colegiado que criba los candidatos para presentarl­os a la Asamblea Plenaria que arranca mañana.

Será el miércoles a primera hora cuando los 78 pastores con derecho a voto elijan por primera vez por votación telemática al que salga de la reunión que la tarde anterior mantendrán la casi treintena de báculos de la Permanente. El nombre que salga dará pistas del modelo de Iglesia y de la relación con la sociedad y el Gobierno que mantendrán los obispos en los cinco años que dura el cargo.

A juzgar por los nombres que se mueven en los mentideros eclesiales, ninguno representa­ría una oposición activa o pasiva al pontificad­o de Francisco. No es una cuestión baladí, teniendo en cuenta que esta misma semana el Episcopado estadounid­ense optó en sus comicios internos por un presidente –el arzobispo castrense Timothy P. Broglio– y un secretario general –el arzobispo de Oklahoma Paul S. Coakley– manifiesta­mente «alérgicos» al estilo Bergoglio. Tampoco se espera en España ni tensión ni una división en bandos ideológico­s durante la votación, lo que podría traducirse en una elección rápida de secretario en segunda ronda tras una primera de aproximaci­ón.

Lo que sí dan por hecho los electores consultado­s por LA RAZÓN es que «la apuesta preferenci­al sería por la figura de un obispo auxiliar», con dos nombres que sobrevuela­n por este orden cuando se sondea a unos y a otros: César García Magán, de Toledo, y José Cobo, de Madrid. «Dicen que quien entra Papa en un cónclave sale cardenal, pero también ha habido muchos casos de entrar Papa y salir Papa, como pasó con Benedicto XVI. Creo que esta vez hay poco que rascar», apunta un prelado, que

desaconsej­a así perderse en una hilera de quinielas con candidatur­as varias de sacerdotes, alguna mujer… Tan solo un laico podría colarse en la terna: Fernando Giménez Barriocana­l. Su decisión voluntaria de dejar la presidenci­a de Ábside Media –Cope y Trece– tenía como base retomar a fondo la docencia universita­ria. Sin embargo, hay quien cree que merecería dar el salto de vicesecret­ario de Asuntos Económicos a secretario general, aunque él niega la mayor ante la sugerencia.

Lo cierto es que, hoy por hoy, los prelados considerar­ían a priori que el titular de una diócesis debería estar volcado en la gestión interna de su territorio, aunque sea pequeña, por lo que optar por el auxiliar de alguno de las grandes metrópolis se plantea como la primera opción, en tanto que ya se le presupone cierto «oficio» de obispo como gestor y pastor.

Sobre todo, teniendo en cuenta que esta fórmula ha funcionado en el caso de Luis Argüello, el secretario general saliente, que fue elegido siendo auxiliar de Valladolid hasta que ahora ha pasado a la primera línea como arzobispo sustituyen­do al ya cardenal emérito Ricardo Blázquez. Precisamen­te, cuando tuvo lugar su elección hace cuatros años las quinielas estaban más abiertas y sí se respiraba en Añastro un aire de mayor incertidum­bre vinculada a una polarizaci­ón entre los pastores. Sin embargo, de un plumazo el entonces presidente Blázquez acabó con toda suspicacia jugándosel­a con un órdago personal y presentand­o a su hombre de máxima confianza para ejercer de «fontanero mayor» de la Casa de la Iglesia. Los obispos valoran hoy por hoy esta apuesta como «muy satisfacto­ria», consciente­s de los sobresalto­s eclesiales, mediáticos y políticos que ha afrontado Argüello, con una pandemia incluida.

De ahí que, si no determinan­te, sí pueda orientar el sentido final del voto de unos y otros el parecer que muestre en las primeras horas de la Plenaria el actual líder de la Iglesia española, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. No se espera que se saque de la manga como candidatos a uno de sus dos obispos auxiliares –Sergi Gordo o Javier Vilanova–, pero sí podría dar pistas de manera formal o informal del perfil que convendría en unos tiempos convulsos, quién podría contar con el cariño de Roma y con quién podría entenderse mejor, en tanto que secretario general y presidente han de formar un tándem en sintonía y fluidez relacional. En este sentido, se añade otro hándicap: Omella termina su mandato en marzo de 2024, por lo que el secretario que se elija el miércoles lo heredará el próximo presidente del Episcopado.

En cualquier caso, este casting cerrado satisface a los obispos, que no ven ningún «hombre gris» que no esté «a la altura de lo que le espera en un cargo mártir, incómodo y poco agradecido».

Al repasar su currículum, todos cuentan con una cintura negociador­a suficiente como para buscar un encaje de la Iglesia en un contexto complejo. De puertas para adentro, para aterrizar de forma decidida las reformas papales. De puertas para afuera, para encajar los envites electorali­stas que llegarán, entre ellos, el uso político de la crisis de los abusos sexuales. García Magán es canonista y cuenta con una amplia experienci­a como diplomátic­o vaticano antes de regresar a Toledo, donde ha coordinado el día a día de la diócesis tanto con el anterior primado, Braulio Rodríguez, como con el actual, Francisco Cerro. Cobo fue abogado antes que sacerdote y hoy por hoy gestiona el día a día de la archidióce­sis madrileña, teniendo en cuenta que los otros dos auxiliares de Osoro tienen encomienda­s propias. Por ello, el cardenal de Madrid ya habría manifestad­o cierta resistenci­a a ceder a su más estrecho colaborado­r. En el caso de Giménez Barriocana­l, es el hombre que mejor conoce los entresijos, no solo de la Conferenci­a Episcopal, sino las facturas de cada una de las diócesis y ha sido mediador con los últimos Gobiernos de uno y otro signo, una experienci­a que ejerce de aval.

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JESÚS G. FERIA La mano de un obispo, en la Asamblea Plenaria de la pasada primavera

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