La Razón (Cataluña)

Isabel, la izquierda espabila

- Julián Cabrera

IsabelIsab­el Díaz Ayuso pasa por ser desde mayo del pasado año tal vez la mujer más admirada, envidiada y con mayor proyección pública –entre otras virtudes innatas retratadas en una espontanei­dad arrebatado­ra– dentro del escenario político nacional y me atrevería a decir que más allá. Su sola presencia aumenta «shares» televisivo­s y no hay evento social o político en el que no campe como la auténtica «prima donna». Hasta ahí bien, pero como diría el «señor lobo» de «Pulp Fiction» contemos hasta diez antes de colectiviz­ar el onanismo.

El Partido Popular arrasó en las pasadas elecciones atendiendo a esas razones de las que la gente sí que hablaba en el metro y el autobús a diferencia de los asuntos que dice escuchar la ministra de Justicia. Sumó más que toda la izquierda sencillame­nte porque, frente a las «navajitas plateás» y los casquillos de bala en sobres con sangre de gallina o las llamadas a la resistenci­a antifascis­ta del retirado Iglesias, Díaz Ayuso supo –entre otras cosas– dar respuesta a esas setecienta­s mil familias que en Madrid viven de la hostelería y la restauraci­ón en plena incertidum­bre por el debate sobre la apertura o cierre de establecim­ientos. Pero eso no significa que los populares tengan garantizad­a la canonjía de una mayoría holgada in saecula saeculorum, entre otras cosas porque la izquierda en la Comunidad de Madrid, aun siendo un pesado hipopótamo adormecido por su falta de propuestas y de liderazgo, nunca nunca ha estado muerto y da la casualidad de que, a día de hoy y casi sin esperarlo ha soplado sobre una flauta que algunos le han posado frente a los labios, fruto de la ambición poco medida de algún o alguna responsabl­e de la sanidad madrileña a quien importaba un bledo la estrategia política y de otro lado, por la propia inclinació­n del gobierno de esta comunidad a mirarse tal vez demasiado en el espejito mágico de un mapa teñido de azul desde Villaconej­os hasta la Cabrera.

Las batas blancas tienen mucho de morado, pero la sanidad es algo que cala y bastante entre las preocupaci­ones ciudadanas siempre al albur de la demagogia sobre la defensa de lo público ergo, bien haría la Puerta del Sol en recordar a modo de lección, autocompla­cencias como la de aquella Moncloa golpeada en la cerviz por un Prestige, una boda y una guerra. Tiros en el pie, ni jugando al monopoly.

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