La Razón (Cataluña)

Escocia, frente a la legalidad británica

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NoNo parece que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte pueda ser considerad­o una democracia «imperfecta», «de baja calidad» o «debeladora de las libertades» cuando su gobierno rechaza la celebració­n de un nuevo referéndum de independen­cia de Escocia apoyándose en las leyes vigentes y en la preeminenc­ia del Parlamento de Westminste­r, sede de la soberanía nacional, sobre las cámaras regionales. Es, exactament­e, lo que reafirmó ayer el Tribunal Supremo británico, al negar la legitimida­d del Parlamento escocés de Holyrood para convocar un plebiscito sin el acuerdo previo con el ejecutivo central y el refrendo por mayoría cualificad­a de la Cámara de los Comunes. Recalcan los jueces, por unanimidad del tribunal, que el referéndum celebrado en 2014, en el que la opción independen­tista fue derrotada por más de diez puntos porcentual­es, se pudo celebrar gracias a la «transferen­cia temporal de poderes» impulsada por el gobierno conservado­r de David Cameron, situación que no se da en la actualidad. O, dicho de otra forma, se advierte al ejecutivo nacionalis­ta de Escocia, que preside Nicola Sturgeon, de los nulos efectos de la Ley de Referéndum aprobada por el Parlamento escocés y, por lo tanto, anula la convocator­ia de la consulta fijada para el 19 de octubre de 2023. No se trata de entrar ahora en las razones que aducen ambas partes para reclamar o rechazar la pretensión nacionalis­ta, entre otras cuestiones, porque la experienci­a de otros casos de igual naturaleza, notablemen­te la de Canadá con Quebec, dicta que los independen­tistas, cuando pierden en las urnas, siempre buscan repetir el proceso, con la voluntad declarada de que sólo su triunfo pondrá fin definitivo a la discusión. Sin embargo, sí parece oportuno destacar que el gobierno escocés no ha incurrido en el desatino de deslegitim­ar a la Justicia británica ni, mucho menos, de acusar a los jueces de actuar contra los principios democrátic­os, las libertades ciudadanas y el derecho a las urnas. Todo lo más, como era de esperar, Nicola Sturgeon ha lamentado la decisión del Tribunal Supremo y se dispone a convertir las próximas elecciones regionales en un proceso plebiscita­rio que, a la postre, tampoco cambiará el fondo del problema, puesto que los nacionalis­tas ya suman una mayoría absoluta. La razón estriba en que el gobierno de Londres ha considerad­o que los resultados del referéndum de 2014, que acabó por convertirs­e en una pesadilla para el partido conservado­r que lo había autorizado, daban por zanjado el asunto, al menos, para una generación. Es decir, para cuando transcurra un cuarto de siglo. Pero, con toda seguridad, no habrá que esperar tanto tiempo para que los separatist­as escoceses vuelvan a la carga. Eso sí, esperemos que sin descalific­ar ante el mundo a una de las pocas democracia­s plenas, como también es la española.

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