«Qué feliz vive mi Soledad»
LaLa aprobación de los Presupuestos Generales del Estado ha quedado enturbiada, enrarecida por la «boutade» de Vox aderezada de insultos machistas contra la ministra de Igualdad, Irene Montero. Dice la ultraderecha que son superiores moralmente. Lo dicen los que vejan a todo aquel que piensa diferente, en las redes sociales o en el hemiciclo, que ensalzan la dictadura franquista, que denigran a las víctimas que todavía yacen en cunetas o en tapias de cementerios, y que utilizan la violencia política para arredrar a sus oponentes. Pueden ser superiores moralmente en la barra de un bar con algunas copas de más, pero no más allá por mucho de que hagan gala de algo que provoca vergüenza ajena porque el insulto tiene poco de libertad.
Sin embargo, la extrema derecha consiguió su objetivo: recuperar el protagonismo perdido en las últimas semanas que les hacía mella en las encuestas. Y otro, seguramente no deseado por estos hooligans de las fake news: juntar a los demócratas al grito de «así no». La izquierda al completo más otras formaciones como el PNV, PRC, Coalición Canaria e incluso alguna diputada de Ciudadanos cerraron filas en torno a la ministra Montero. Se la puede criticar, con acritud si cabe porque la ley ha decepcionado, pero los insultos machistas no tienen cabida en el duelo democrático. En fuera de juego se quedó el PP, y también Junts per Catalunya, con un silencio cómplice. Cuca Gamarra tardó tres horas en darse cuenta de que habían metido la pata y que Vox le había robado la merienda del protagonismo.
La secretaria general del PP se percató de que los populares se quedaron en la soledad más absoluta como ha ratificado la votación presupuestaria. Solos en la bronca y solos en los votos. Son los últimos presupuestos de esta legislatura y los gobiernos sudan tinta para aprobarlos. Son los más difíciles. Pedro Sánchez lo ha hecho con 188 síes. De izquierdas y de derechas, independentistas y no independentistas. De poco ha valido la mentira, la sandez diría yo, de agitar una vez más eso de España se rompe porque se transferirán las competencias de tráfico en Navarra, que implica, según los populares, la aniquilación de la Guardia Civil en la Comunidad Foral. Saben que no es cierto, pero agita bajos instintos que pueden traducirse en votos. Dicen que es una cesión a los bilduetarras, cuando ETA no existe desde hace 11 años porque fue derrotada por el Estado, y los independentistas vascos han asumido la vía política, la de la democracia. Lo que se les exigió durante años. Ahora, parece que ya no vale.
Solo dos detalles. Aznar transfirió estas competencias a Cataluña en 1996. En argot del actual PP, para aferrarse al poder. Repitió la cosa en el 2000 con, ¡ojo!, Navarra, y el propio Feijóo facilitó una petición del BNG en este sentido en Galicia en 2021 absteniéndose en el Parlamento gallego. Tenía, por cierto, mayoría absoluta. Si lo hace la derecha no se rompe España, si lo hace la izquierda, es traición.
Los insultos machistas no tienen cabida en el duelo democrático
Sánchez volvió a demostrar que a pesar de los pesares, el Ejecutivo cuenta con el respaldo suficiente. Volverá a repetir esta fortaleza, la mala salud de hierro la llaman, con la reforma de la sedición que iniciará su trámite parlamentario sin el lastre de la reforma de la malversación, y el impuesto a banca, energéticas y grandes fortunas. También aquí contará con votos de la derecha, al igual que sucede en Europa. Vuelve la soledad. Como decía Emilio José, aquel cantautor español de finales de los 60, hijo de emigrantes andaluces asentados en Cataluña: «No sabiendo ni a dónde va, qué feliz vive mi Soledad». Alberto Núñez Feijóo debería tomar nota de esta afirmación porque le achican espacios desde la derecha y desde la izquierda. Y en política, la soledad no suele ser buena compañera porque o tienes mayoría absoluta o te crecen los enanos.