Amalric se abraza a los recuerdos
«Abrázame fuerte» es la consagración del también actor como un director sensible
EosEos uno de los actores más respetados en esa Europa añeja, sabia y vetusta en la que todavía se cultiva el cine de autor. Pero es que, además, con película como «Bárbara» (2017) o «El cuarto azul» (2014), Mathieu Amalric se ha confirmado como uno de los maestros de lo sensible. Siempre desde un prisma femenino que, dice, le ayuda a escapar de sí mismo, el que también fuera protagonista de «La escafandra y la mariposa» (2007) estrena «Abrázame fuerte», en la que confía ciego y seguro en las dotes de Vicky Krieps («El hilo invisible») para adaptar un relato teatral de Claudine Galea. «Cuando me reuní con ella, me preguntaba de dónde había sacado tantos gestos. Tantas connotaciones que, realmente, no están en el texto. Y le dije que todo el mérito era suyo. Que su obra era más grande que el propio texto que la contenía», explica caótico, poético y siempre convincente el cineasta a LA RAZÓN sobre su nuevo filme.
El gesto artístico
Amalric, obsesionado en su carrera en tanto director con lo que define insistentemente como «el gesto artístico», se erige aquí como maestro de orquesta sobre una partitura que acaba de caerse al suelo. Su «Abrázame fuerte», desperdigada inteligentemente, no solo desordena en todo momento la historia gracias a un montaje brillante y poco confuso, sino que también invita al espectador a perderse: por momentos, no sabemos si estamos siendo testigos de una historia de emancipación, con una madre harta de la rutina que abandona a su familia o, en tono más depresivo, si la escapada es en realidad una huida posterior a la tragedia, una especie de estudio del duelo familiar en clave metafísica y casi onírica.
Sea como sea, Amalric pone en el centro del relato a una Krieps en estado de gracia que, allá donde va, repite que ha sido una de sus películas más importantes a nivel interpretativo: «Es una actriz y una mujer increíble. Nos regalaba momentos de intensidad plena, escenas en las que uno no podía dejar de mirarla, incluso sabiendo lo buena que es y, al terminar, se quedaba un segundo en silencio y salía completamente del personaje. Se reía. Y nos preguntaba qué tal habíamos visto la escena. Es impresionante», recuerda recuerda el director, antes de hablar sobre lo complicado de una producción que terminó de rodar a finales de 2019 y que se estrena casi tres años después: «Me volví absolutamente loco. Dios mío, hasta pensé en poner la película en orden. Estaba desesperado, pero por suerte la hemos podido sacar adelante y, además, haciendo buenos números», completa el actor y director sobre una nueva prueba fílmica de su habilidad detrás de la cámara.