Tiago Rodrigues, de matar fascistas a cooperante
El director portugués llega a Madrid para cerrar el Otoño con una pieza sobre «la verdadera labor humanitaria», dice
TiagoTiago Rodrigues quiere quitarle romanticismo a la labor humanitaria o, como poco, poner en valor el trabajo de los cooperantes de carrera. Desnudar la profesión para limpiar una pátina, fundamentalmente occidental, que la convierte en un acto de blanquitos europeos que se van a algún lugar «terrible» para ayudar; casi como héroes que llegan «en modo colonizador» para salvar al «otro». «Y la mayoría no son eso», apunta. «Ni siquiera son europeos».
Son etiquetas que chocan con la historia que Rodrigues ha investigado en «Dans la mesure de l’impossible», la pieza con la que cierra el Festival de Otoño y que comenzó a desarrollar junto a los intérpretes de La Comédie de Ginebra. Se inició con organizaciones como Cruz Roja y Médicos sin fronteras «buscando entender ese impulso de acción sin contrapartida, ese querer un mundo mejor sabiendo que no es posible cambiarlo, esa pulsión íntima cuya satisfacción está en sentir que se asiste». Le atraía la idea de vivir en la frontera, entre dos mundos: «Uno con los derechos humanos garantizados y otro sin garantías, con sufrimiento y conflicto. Estar ahí te permite tener una visión del mundo mucho más rica o, por lo menos, distinta y que merece la pena compartir».
Más real y humano
El propio director iba a sumarse a estas misiones, pero la crisis de la Covid no lo permitió. Y no se lamenta por ello, «ha sido mejor así», dice. «Habría vuelto lleno de certezas, con la impresión de haberlo visto todo, de poder contar la verdad sobre el mundo. Mi visión hubiera sido una experiencia casi de turismo de sufrimiento». Así que le dio la vuelta a la situación y, ante la imposibilidad de moverse él, le pidió a esos humanitarios profesionales que se acercaran al proyecto. «Todo se volvió más complejo y fue más real, humano».
Llamó la atención del también director del Festival de Aviñón «el pudor con el que los entrevistados compartían sus historias. El sufrimiento propio se dejaba para un papel muy secundario; y, además, huían de cualquier sentimentalismo», sentimentalismo», recuerda. «No podemos simplificar demasiado las acciones en los países con catástrofes naturales o guerras. Hay que mantener la capacidad de mirar más allá y comprender la complejidad para que las soluciones sean duraderas».
Con ello, Rodrigues se percató de la «mirada unidireccional» con la que se abordan desde Europa estas historias: «Para empezar “el otro” se entiende como esa persona que vive en el país que sufre, pero, para mí, para esta obra, “el otro” es el humanitario y, por eso, nos hace falta la voz de ese que lo sufre. Me interesó la verdadera realidad para crear un relato a partir de experiencias que normalmente no están disponibles». Relatos que no tiene nada que ver con voluntarios intermitentes. «De hecho», sostiene, «algunas frases hablan con ironía de ellos», cuenta quien se aleja de esa idea de turismo chic-humanitario: «Me interesa la gente que hace su trabajo a la perfección».
«Danslamesuredel’impossible» no quiere hacer tesis, sino agarrar esos testimonios únicos de diferentes partes, «da igual de dónde. Eso solo valdría para sumar prejuicios», justifica el creador: «Si quieres hacer una pieza sobre un bosque, tienes que contar la historia de un árbol: el público volverá al bosque por sí mismo». Se llega así a una obra que «empieza con actores que interpretan personajes de humanitarios que dan entrevistas a esos actores, pero pronto comprendemos que están representando a los protagonistas de las situaciones de las que están hablando esos entrevistados», resume el autor.
Es esta la última propuesta de un director cuyos montajes levantan pasiones. Sucede con su «Catarina y la belleza de matar fascistas», donde la victoria final del extremismo enciende a su público: «Hay reacciones muy fuertes». Y más después de que Meloni pidiera a la Asamblea Nacional su cancelación. «Afortunadamente no estaba todavía en el gobierno –defiende– y la pudimos presentar con las salas llenas. Pero soy demócrata convencido y no me importa estar en la dirección del Festival de Aviñón, asumo que hay que combatir las tendencias fascistas. Estoy listo para hacerlo como pueda, con mi práctica cívica y mis piezas».
DÓNDE: Teatros del Canal, Madrid.
CUÁNDO: 26 y 27 de noviembre.
CUÁNTO: de 3 a 20 euros.