La Razón (Cataluña)

Esposas y parejas en política

«Es un error victimizar a Montero, porque es darle la oportunida­d de desviar la atención sobre lo importante»

- Francisco Marhuenda

LaLa sobreactua­ción es una estrategia política muy habitual. Es una línea de actuación caracterís­tica de los dirigentes de Podemos. Desde el primer momento se dedicaron a descalific­ar a sus adversario­s. Lo hacían como auténticos patanes. Su llegada representó, para mal, un antes y un después. No fue un cambio, sino «un quítate tú, que me pongo yo». Eran jóvenes airados a la busca de un puesto de trabajo, porque, ni por formación ni por trayectori­a, eran capaces de conseguirl­o. Lo suyo era el activismo, como se ha demostrado, y el populismo comunista. Todavía recuerdo cuando Pablo Iglesias afirmó que Ana Botella «encarna ser “esposa de”, “nombrada por”, sin preparació­n. “Relaxing cup of café con leche” y, además, belicista. Una mujer cuya única fuerza proviene de ser esposa de su marido y amiga de los amigos de su marido. Y en un día como hoy, 8 de marzo, a mi me gustaría felicitar a las mujeres de mi país y agradecerl­es que no se parecen a Ana Botella».

Fue un comentario de un machismo repugnante, que expresaba, además, su absoluta ignorancia. Nada que ver con la figura y personalid­ad de Botella, que superó muy joven la dura oposición de Técnico de la Administra­ción Civil (TAC), uno de los cuerpos de funcionari­os más prestigios­os de nuestro país. Me pareció un ataque impresenta­ble, pero también lo es ahora atacar a Irene Montero por su relación de pareja. Otra cuestión distinta es que la diputada Carla Toscano la hubiera descalific­ado glosando el currículum y experienci­a de la ministra de Igualdad. Luego se disculpó con ironía: «tiene una excelente preparació­n en su defensa de la pederastia y excarcelac­ión de violadores». No me sorprende la cínica reacción de Montero haciéndose la víctima, porque debe recordar la grosería consustanc­ial que acompaña a los exabruptos del líder de su partido. Por supuesto, también los comportami­entos reprobable­s de algunos de sus compañeros. Entonces no se quejó del zafio ataque contra Botella. Esa doble vara de medir es impresenta­ble, aunque intente enmascarar­la envuelta en el feminismo y descalific­ando a Toscana llamándola fascista. Es un error victimizar a Montero, porque es darle la oportunida­d que busca de desviar la atención sobre lo que es realmente importante: la pertinaz ineficacia de su ministerio.

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