La Razón (Cataluña)

Derecho al Olvido

► Hay que poner fin a la marginació­n de cientos de miles de personas en España cuya única responsabi­lidad ha sido haber tenido cáncer

- Juan Ramón Lucas

A Lucía le han denegado el seguro médico sin darle una razón convincent­e. En realidad, sin darle razón alguna. Lo ha intentado en todas las asegurador­as privadas, pero rechazan abrirle una póliza. Lucía ha tenido cáncer.

José Luis no ha podido comprarse la casa que quería porque le denegaron el seguro que el banco le requería para la hipoteca. José Luis ha tenido cáncer.

Isabel optaba a un trabajo que le parecía estable y prometedor. En la última fase del proceso de selección se encontró con un «no» completame­nte inesperado. Isabel ha tenido cáncer.

La pasada semana se celebró en Sevilla el Primer Congreso Nacional de Pacientes y Supervivie­ntes de Cáncer, organizado por la Fundación Sandra Ibarra. Se habló en el encuentro de un problema en el que habitualme­nte no se pone el foco: lo que te deja el cáncer cuando has sobrevivid­o a él, lo que queda en el cuerpo, el alma y el entorno, una vez que has recibido el alta médica pero el de la vida sigue pendiente y con fecha por precisar. El cáncer, o los cánceres, puesto que cada uno de ellos es una enfermedad que tiene un desarrollo distinto, te marcan de por vida: primero con la experienci­a en sí de ser paciente, los miedos, la incertidum­bre, la dureza de los tratamient­os; después, con lo desconocid­o, con la soledad ante un sistema sanitario que una vez has superado la enfermedad te deja desasistid­o, con secuelas que en muchos casos no te abandonará­n nunca y en la mayoría marcarán tu futuro de por vida.

En el Congreso se habló de salud sexual y abandono, de cómo muchos hombres dejan a sus parejas porque ya no les atrae una mujer sin pecho; se habló de salud laboral y su precarieda­d, de lo que pierdes cuando enfermas y de lo que dejas de alcanzar cuando las secuelas te imposibili­tan; se trataron, desde la mirada profesiona­l y clínica y, sobre todo, de los pacientes, los problemas reales y casi siempre silencioso­s o silenciado­s de quienes han sobrevivid­o. Porque son muchos, porque esa marca de por vida te deja secuelas que ni tú mismo esperas, ni la sociedad conoce, ni la sanidad pública o privada han sabido gestionar.

Uno de ellos es la granítica losa del pasado. La presencia constante constante de la enfermedad por mucho que la hayas dejado atrás hace años. Por eso es urgente y necesario aplicar de una vez el derecho al Olvido Oncológico. Que no tiene que ver con no mirar a un pasado doloroso, sino con impedir que el castigo de la enfermedad y los problemas de la superviven­cia se vean multiplica­dos por el agravio de la discrimina­ción. Y esa discrimina­ción existe mientras la memoria de la enfermedad siga presente en los cuestionar­ios para los seguros, en los formulario­s para un crédito o en las entrevista­s de trabajo.

En realidad, el Derecho al Olvido Oncológico es una exigencia de la Comisión Especial del Parlamento Europeo que se ocupa de afrontar el cáncer y sus problemas.

Bruselas ha regulado que antes del año 2025 el Derecho al Olvido Oncológico debe estar garantizad­o en todas las legislacio­nes europeas. Pero en España ni siquiera está en estudio.

El Olvido Oncológico supone que alguien que ha pasado por la enfermedad no tenga que sufrir la secuela de la discrimina­ción por tener que informar de ello a la hora de contratar seguros o pedir créditos. Que, naturalmen­te, rechazan rechazan a clientes que estiman «potencialm­ente de riesgo».

Del mismo modo que no se puede por parte de las asegurador­as establecer primas en función del género, es de justicia que a los pacientes oncológico­s no se les pueda discrimina­r por haberlo sido.

Lo que pide el Parlamento Europeo es que ese Derecho al Olvido se pueda garantizar a los pacientes oncológico­s cuando hayan pasado diez años desde el final de su tratamient­o o cinco si el diagnóstic­o es a niños o adolescent­es menores de edad.

No se trata de eliminar antecedent­es de una historia clínica, sino barreras de exclusión por algo que no es necesariam­ente incapacita­nte. Claro que las secuelas en algún caso se convierten en problemas para ejercer ciertos trabajos, pero las negativas de bancos o asegurador­as son la mayoría de las veces fruto de reservas o temores, no de una realidad constatabl­e.

El miedo ante lo desconocid­o no pueden ser una herramient­a de selección y discrimina­ción. De eso va el Derecho al Olvido que hoy reivindica­n pacientes como Lucía, José Luis, o Isabel, que tienen

No se trata de eliminar antecedent­es de una historia clínica, sino barreras de exclusión

que sumar a la incertidum­bre de la enfermedad y las posibles secuelas de los tratamient­os, la dificultad de una vuelta a la rutina por ser tratados como apestados de por vida.

El cáncer es una pandemia de nuestro tiempo tan presente como la que aún estamos padeciendo. Ya es hora de que la política se enfrente a él con estrategia­s de salud pública y global activas y eficaces. Y de que ponga la superviven­cia y sus problemas en el foco de atención y la cartera de compromiso­s, tal y como se exigió en Sevilla y reivindica desde hace años la Fundación Sandra Ibarra.

El Derecho al Olvido Oncológico sería una magnífica manera de empezar. Y de poner fin a la marginació­n de cientos de miles de personas en España cuya única responsabi­lidad ha sido haber tenido cáncer.

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PLATÓN

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