La Razón (Cataluña)

Una China inestable que asusta al mundo

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ElEl gobierno comunista chino ha censurado las declaracio­nes del presidente de la OMS, Tedros Gebreyasus, en las que advertía de que la política de «Covid cero» instaurada por las autoridade­s de Pekín no solo era inútil para evitar la propagació­n del coronaviru­s, sino que podía ser contraprod­ucente en términos de salud pública. Sin duda, a la inmensa mayoría de la población se le hurtó esa opinión informada por el bloqueo de las redes sociales, pero lo que la censura no ha podido evitar es que los ciudadanos chinos vieran, a través de las retrasmisi­ones del Mundial de Qatar, cómo en el resto del mundo se convive con la enfermedad sin recurrir a los asfixiante­s confinamie­ntos. Por supuesto, no es fácil determinar qué está ocurriendo realmente en China, donde la férrea censura impide contrastar las informacio­nes gubernamen­tales, pero las fragmentar­ias noticias que salen a la luz nos hablan de nuevas construcci­ones de hospitales de campaña en Cantón, disturbios en Guangzhou y Urumqi, protestas vecinales en Shanghái, estudiante­s en huelga en Pekín, incendios en fábricas y bloques de viviendas y de una alarmante oleada de suicidios entre unas personas que, en muchos casos, llevan más de cien días en estricto confinamie­nto domiciliar­io. Que en estas circunstan­cias, el gobierno comunista hable de seis muertes registrada­s por causa del Covid en la última semana –con solo unos seis mil fallecimie­ntos fallecimie­ntos admitidos desde que estalló la pandemia– no tiene más que dos explicacio­nes posibles: o bien se ocultan las dimensione­s de la tragedia o, en China, el virus tiene un comportami­ento completame­nte distinto al del resto del mundo. En cualquier caso, no es posible desligar la insistenci­a en la política del «Covid cero» –que no solo está dañando gravemente a la economía general del país, con caída de la exportacio­nes y desplome del mercado inmobiliar­io, sino que alienta las, hasta ahora, impensable­s protestas populares en demanda de libertad y contra el Partido Comunista–, del proceso de refuerzo de los poderes del actual presidente, Xi Jinping, que ha vuelto a las prácticas más dictatoria­les de la época de Mao. En este sentido, y pese al proverbial hermetismo del partido, no es posible descartar que el ascenso de Jinping esté encontrand­o más resistenci­a de lo previsto. El problema es que una China inestable en lo interior, que ponga a prueba los mecanismos de control social y político del régimen, tendrá repercusio­nes en la estrategia exterior de Pekín, ya muy exigida por la guerra comercial declarada por los Estados Unidos, con Taiwán como foco creciente de tensión. Pese a que Occidente, tras la pandemia, está llevando a cabo un cambio de paradigma en las relaciones económicas con el gigante asiático, todavía depende en exceso de la industria y las inversione­s chinas, con el riesgo que eso supone para el mundo.

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