La Razón (Cataluña)

Moncloa recela por los planes de Iglesias

- Antonio M. Beaumont

PedroPedro Sánchez abre la puerta a los compromiso­s electorale­s que se le vienen encima con la llave de sus terceros Presupuest­os Generales del Estado. ERC y Bildu son sus socios de largo alcance. Desde La Moncloa se defiende que «la política de bloques ha llegado para quedarse». Por ello, a sus ojos, solo alcanzará el poder quien consiga armar el proyecto ideológico que reúna más apoyos en el Congreso de los Diputados. De ahí que mimar a la amalgama de independen­tistas, herederos de ETA y populistas de izquierdas, es decir, el «frente Frankenste­in», tenga tanto valor para el mandamás del PSOE, aun al precio de que arrimarse al fuego de los enemigos de España y de quienes desean acabar con la Constituci­ón y la Monarquía le extreme cada vez más. Es su plan para hoy y para mañana. Actualment­e su interés es mantener en pie la coalición gubernamen­tal hasta el final de la legislatur­a.

Que la intención de Sánchez sea llegar a las generales junto a Unidas Podemos es una cosa, que lo logre otra muy distinta. Yolanda Díaz sigue enredada en su «proceso de escucha». Son demasiados los que advierten de que «no acaba de tirar». Y para la sala de máquinas socialista es imperativo garantizar un frente amplio entre PSOE y Sumar. Entre los fontaneros monclovita­s preocupa ahora mismo que ese lugar a su izquierda esté a punto de ser asaltado por Pablo Iglesias. Ni descartan que decida volver a sentarse en primera fila.

La intromisió­n del omnipresen­te exjefe de los morados va en paralelo al propósito de negarse a diluir Podemos en la plataforma de una vicepresid­enta a quien considera personalis­ta y hueca. Mientras Díaz chapotea por sus meandros, Iglesias blinda a Irene Montero, convirtién­dola en una suerte de Juana de Arco, con ese acto de reafirmaci­ón incluido en medio del incesante goteo de revisiones de condenas a violadores como consecuenc­ia del sinsentido legislativ­o del «solo sí es sí». Pero ella ha podido venderse como víctima de Vox y, automática­mente, ha revivido ante su espectro. En otras palabras, la ministra de Igualdad recupera capital político para su formación y encarece la negociació­n con Díaz para acompañarl­a en su viaje.

En paralelo, los socialista­s abogan por evitar «morir de espanto» de aquí a que lleguen las elecciones generales. La sacudida del «solo sí es sí» les está haciendo pasar por una coyuntura bochornosa. La alarma social ha calado en la calle. Y aunque los equilibrio­s en la coalición son ya frágil es, el ala mayoritari­adel Gobierno aboga por re doblar el celo sobre esos proyectos morados que, aunque deseen pasarlo por alto, han sido avalados por Sánchez, que busca cambiar de pantalla cuanto antes. Desea que sus últimos tratos con ERC para borrar la sedición queden sepultados en unas semanas. La idea del Gobierno es acelerar el paso y tener la reforma del Código Penal en vigor a finales de diciembre. La velocidad obedece a la convicción del presidente de que las fiestas navideñas servirán para que la opinión pública lo olvide. ¿Ingenuidad? Todo habrá pasado, aseguran los asesores de Sánchez, cuando se afronten las municipale­s y autonómica­s de mayo como primer mojón en el camino de las urnas. Un ciclo electoral que se abre en 2023 y que una parte de la organizaci­ón socialista no observa sin embargo con el optimismo monclovita. Porque, además, la marca personal de Pedro Sánchez está seriamente «tocada».

Con la credibilid­ad bajo mínimos, parte de los españoles perciben al inquilino de La Moncloa como un gobernante sin escrúpulos, obsesionad­o por su imagen e incapaz de hacer frente a los riesgos que nos aquejan. Encima, en el horizonte aparece la recesión. Enfrente, lo que emerge es la certidumbr­e moderada de Alberto Núñez Feijóo. Cada vez menos pueden discutir al líder del PP que representa una mayoría social que desea políticos leales con España, realistas y cargados de sentido común.

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