Por tu interés, te quiero Andrés
PocoPoco ha durado el amor mostrado por el Gobierno cuando negociaba los fondos europeos o suplicaba la excepción ibérica en el mercado energético. Cuando el BCE nos acaba de dar un tirón de orejas por la iniciativa de implementar un impuesto a la banca, les hemos dejado claro que no aceptamos injerencias de quien nos regará con los fondos Next Generation como el maná que cae del cielo. Las principales preocupaciones del BCE se centran en el potencial empeoramiento de las condiciones de los clientes, la solvencia de las entidades y que sea un freno a la actividad crediticia. Lo que parece casi imposible de controlar y de evitar, por mucho que se empeñe el Gobierno, es que el nuevo impuesto no repercuta en los clientes. Las críticas a este tipo de impuestos por parte del BCE no son nuevas. Curioso, porque Francia implementó un impuesto a la banca, precisamente en 2011, cuando la Sra.
Lagarde era ministra de economía. Inglaterra, Lituania y Hungría cuentan con un impuesto sobre la banca y Chequia también acaba de aprobar su impuesto. Grecia e Italia también han anunciado sus intenciones de subirse al carro. Si parece razonable pensar que un sector al que se le tuvo que ayudar durante la crisis financiera iniciada en 2009 arrime el hombro en estos momentos y cuando sus resultados siguen mejorando. Lo cierto es que, en la anterior crisis, la banca era parte del problema, cuando en esta que estamos atravesando, debería ser parte de la solución. Sorprendentemente el impuesto solo afecta a las entidades más grandes. Quizás el Gobierno haría amigos, si negociara con la banca y reduce el tipo de gravamen del 4,8% previsto, ya que la subida de los tipos de interés hará que aumenten los márgenes y por ende, la recaudación. Hay que preguntarse si el fin último es recaudar más, en un año en el que la Agencia Tributaria lleva ingresados más de 20% sobre 2021 debido a los efectos de la inflación, o se trata de mostrar hostilidad hacia a un sector con una imagen social en declive y que siempre ha estado en el ojo del huracán de sus socios de gobierno.