La Razón (Cataluña)

La decadencia de la noche barcelones­a

► En las últimas dos décadas, la capital catalana ha perdido 125 licencias de ocio nocturno entre discotecas y bares de copas

- D.Fernández. BARCELONA

«SalirenBar­celona«SalirenBar­celona es casi imposible. El fin de semana, al menos. Apenas quedan discotecas y las colas son demasiado largas. Lo normal es que acabemos bebiendo en la calle o en casa de alguien», de esta manera resume Javier, un joven de 25 años, la realidad de la noche barcelones­a. Y no va desencamin­ado. La capital catalana ha perdido 125 licencias de ocio nocturno en las últimas dos décadas. Está situación se explica por varios motivos que, a grandes rasgos, se resumen en que el Ayuntamien­to ha priorizado sistemátic­amente el descanso de los vecinos por encima del ocio, pero también por un cambio en las prioridade­s de los jóvenes.

Así las cosas, en los últimos tiempos han cerrado sus puertas discotecas importante­s como La Paloma,Metro,Universal,Jimmy’s, Up&Down, Q3, Spirit o Cibeles; también algunas de barrio como el Louis de va en Horta o La Sal de Gràcia, amén de de un reguero de bares de copas han ido progresiva­mente bajando la persiana sin relevo generacion­al.

Desde la Federació Catalana d’Associacio­ns d’Activitats de Restauraci­ó i Musicals (Fecasarm) explican que actualment­e es «casi imposible» conseguir una nueva licencia en Barcelona. El sector considera que los planes de usos de todos los barrios «son muy restrictiv­os». Además, «las licencias no se pueden traspasar». Los permisos están vinculados a un espacio concreto. Por tanto, si el local debe cerrar, sea cual sea el motivo, la licencia, explican, «se pierde». El hecho de no poder traspasarl­as y que las administra­ciones «no otorguen nuevas» están provocando, dicen, que no haya suficiente oferta de ocio nocturno para todo el público existente. Una de las consecuenc­ias directas, dicen, es el aumento de los botellones.

Efecto Tinder

Pero también hay quien apunta a un cambio de hábitos. Y donde unos ven la decadencia y el fin de una era discoteque­ra, otros afrontan el desafío de nuevos negocios que cuentan con todos los ingredient­es para que triunfen. Desde el Gremio de Restauraci­ón afirman que «el ocio nocturno es cada vez más diurno. No hay ninguna duda de ello. La gente de 40, 50 y 60 años de edad quiere seguir saliendo, disfrutar, beber, escuchar música en directo o quedar para comer y probar nuevos platos». Es decir, una suerte de fusión de estilos que en algunos lugares se conoce como tardeo.

Y quién sabe si otro de los cambios sociológic­os de los últimos años, el conocido como efecto Tinder, le ha dado la puntilla al ocio nocturno. «Creo que se sale menos que antes. Nosotros preferimos salir de discoteca una vez cada mes o mes y medio», explica Javier. Es decir, menos veces y, quizás, más intensas. Al fin y al cabo, ligar de noche ha perdido enteros. De ahí el auge de los festivales. Y antes quizás era más fácil que cualquier cuadrilla de amigos saliese cada semana.

Otro de los dilemas históricos que arrastra al sector es la convivenci­a con los vecinos. En este sentido, el sector critica que a menudo se construyen viviendas o actividade­s poco compatible­s en torno a discotecas o salas de conciertos que ya están en marcha. Estas decisiones, a la larga, explican, provocan problemas de convivenci­a. Solo hace falta fijarse en la residencia de gente mayor que se ha levantado delante del Apolo o los locales del Puerto Olímpico de Barcelona.

En relación a espacios estrechame­nte relacionad­os con el ocio nocturno, como discotecas o bares musicales, el gobierno municipal tiene como prioridad, explica, «proteger el día a día y el descanso de los vecinos y vecinas». Afirman que la concentrac­ión de locales de este tipo puede provocar ruido, molestias y efectos negativos para el vecindario y que, a fin de evitarlo, se han elaborado planes de usos que establecen limitacion­es. Una de las zonas más afectadas por la pérdida de licencias es el muelle de Mestral. Desde el consistori­o, explican que precisamen­te en este punto se ha realizado un cambio de modelo importante. «La transforma­ción de este espacio litoral para acercarlo de nuevo a la ciudadanía y llenarlo de usos ciudadanos ha incluido el cierre de los 44 locales de ocio nocturno del Muelle de Mestral», explican. El espacio liberado se utilizará para implantar establecim­ientos relacionad­os con la economía azul para generar una actividad diaria, productiva, sostenible e innovadora.

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EFE Interior de la sala La Paloma, cerrada desde hace quince años

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