La Razón (Cataluña)

Los mejores comienzos de novelas

- David F. Villarroel

HayHay escritores que cuidan la primera frase, el primer párrafo, en la considerac­ión de que un buen arranque de un libro, como el primer bocado de un guiso, ayuda a continuar o, por el contrario, propende a desistir. Hayan sido o no fruto de ese propósito, ahí va una selección, ahora que las mejores seleccione­s nacionales de fútbol disputan el campeonato mundial, de los comienzos de novela que, en mi periplo lector, me han parecido más originales, o más sugestivos, o más completos y redondos desde el punto de vista literario.

Son once en total, como el número de jugadores de un equipo de fútbol, y los presento a continuaci­ón no por el lugar que ocupan en el campo –ni en el canon literario, si lo hubiera– sino por el orden cronológic­o de aparición:

1. En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, 1605)

2. ¿Cómo se conocieron? Por azar, como todo el mundo. ¿Cómo se llamaban? ¿Qué os importa? ¿De dónde venían? Del sitio más cercano. ¿Adónde iban? ¿Sabemos acaso adónde vamos? ¿Qué decían? El amo no decía nada; y Jacques decía que su capitán decía que todo cuanto de bueno y malo nos acontece aquí abajo, escrito estaba allí arriba. (Denis Diderot, Jacques el fatalista, 1796)

3. Llamadme Ismael. (Herman Melville, Moby Dick, 1851)

4. Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciad­a. (León Tolstói, Ana Karenina, 1877)

5. La heroica ciudad dormía la siesta. (Leopoldo Alas «Clarín», La Regenta, 18841885)

6. Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquil­o, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto. (Franz Kafka, La metamorfos­is, 1915)

7. Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolenci­as”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer. (Albert Camus, El extranjero, 1942)

8. Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. (Camilo J. Cela, La familia de Pascual Duarte, 1942)

9. Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfiel­d, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. (J. D. Salinger, El guardián entre el centeno, 1951)

10 . Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. (Juan Rulfo, Pedro Páramo, 1955)

11. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamien­to, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. (G. García Márquez, Cien años de soledad, 1967)

Y como primer suplente, este: En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. (J. R. R. Tolkien, El hobbit, 1937).

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