Entre la Mirinda y el bigotes

EstarEstar en Qatar puede ser a veces como un viaje al pasado. Entre los rascacielos futuristas, las tiendas de lujo, las fuentes de diseño y los paisajes lunares aparecen de repente mensajes del pasado.

Puede ser un restaurante, como el Planet Hollywood, difunto en España. Aquel macroproyecto que tenía más de espectáculo que de gastronomía ocupó los bajos del hotel Palace en Madrid antes de desaparecer como cualquier moda pasajera.

Pero en Qatar todavía sobrevive, rodeado de hoteles de lujo y avenidas de seis carriles solo para uso automovilístico, por si a alguien le apetece recordar que algún día las estrellas de Hollywood se unieron para fundar un restaurante que se convirtió en una franquicia de extensión mundial.

Otras veces la nostalgia no es tan pretenciosa, no tiene intenciones galácticas y encuentra refugio en las modestas estanterías de cualquier supermercado.

Allí pueden encontrarse remedios milagrosos para todo tipo de dolores, friegas que lo curaban todo y que se encontraban en cualquier domicilio con el nombre familiar de «el del bigotes». El linimento Sloan, desaparecido y renacido de nuevo, se puede comprar en cualquier hipermercado. No sé si con aquel profundo olor característico que seguramente debía de servir sin pretenderlo para desatascar las fosas nasales.

Menos agresivo es el recuerdo de la Mirinda, aquella bebida de naranja que competía con la Fanta en la España de los 70 y de los 80 hasta que Pepsi se rindió. «Una Mirinda para el niño» es una frase que ya no se puede decir en España, pero que todavía tiene sentido pronunciar en Qatar.

Voy a ver si encuentro una tónica Finley o algo en algún sitio.