La Razón (Cataluña)

Disciplina de partido

«El artículo 67.2 de la Constituci­ón establece que “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”»

- Vicente Vallés

LosLos diputados socialista­s se pusieron en pie al unísono. Querían dejar en evidencia su unidad al grito de «aquí estamos todos los socialista­s juntos, sin fisuras». Era la respuesta al incauto intento del PP por provocar alguna deserción en el PSOE cuando se votara la puesta en marcha del trámite para eliminar el delito de sedición.

Alguien en Génova 13 pensó que la operación daría resultado, en cualquier caso. Dado que los presidente­s autonómico­s socialista­s de Castilla-La Mancha y Aragón se habían mostrado partidario­s de mantener el delito de sedición en el Código Penal, quizá algún diputado del PSOE de alguna de las provincias de esas comunidade­s podría optar por inmolarse y votar contra las órdenes de su partido.

Pero, si tal cosa no se producía –como era probable–, los candidatos populares en esas regiones podrán utilizar la contradicc­ión en sus respectiva­s campañas electorale­s autonómica­s: ¿por qué García-Page y Lambán están en contra de eliminar el delito de sedición, mientras sus diputados en el Congreso votan que se elimine? La pregunta es pertinente, aunque en política ya nadie se sonroja cuando dice una cosa y hace su contraria. Pedro Sánchez es un virtuoso en esas artes y, lejos de estar en apuros, cada día acumula más poder.

El artículo 67.2 de la Constituci­ón establece que «los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». Y el artículo 66.1 nos recuerda que «las Cortes Generales representa­n al pueblo español». Siendo así, aunque los diputados pertenezca­n a un partido concreto, su obligación constituci­onal es representa­r al pueblo, porque no han de seguir el mandato imperativo de nadie más. Sin embargo, lo que se impone es la disciplina de partido. A veces.

Porque la disciplina de voto es buena si de lo que se trata es de eliminar una herramient­a de autoprotec­ción del Estado de derecho, como es el delito de sedición. Pero la disciplina de voto es mala si es para facilitar la investidur­a de Rajoy –no es no–. Y a quien encabeza esa rebelión contra las órdenes del partido se le entrega después la secretaría general. Disciplina, según convenga.

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