Un fósil podría reescribir la evolución de las aves
Un cráneo con más de 66 millones de años muestra rasgos más cercanos a las aves actuales de lo esperado
EsimposibleviajaratrásEsimposibleviajaratrás en el tiempo, por ello, para satisfacer una imperiosa necesidad de conocimiento, la humanidad ha desarrollado métodos alternativos que permiten estudiar la vida de hace millones de años. Para comprender la ecología de las eras pasadas, los investigadores requieren de artefactos que muestren cómo era la flora y la fauna. Las ventanas al pasado que más datos aportan son los fósiles; restos biológicos petrificados que quedaron sepultados bajo masas de tierra mucho antes de que apareciesen los primeros homínidos. Dichos fósiles han sido expuestos durante millones de años a un lentísimo proceso de intercambio de sus elementos originales por otros más estables como silicio o hierro, lo que ha permitido mantener sus estructuras hasta nuestros días. Una vez formados, y con cierto componente de azar de por medio, los movimientos del terreno provocan su afloramiento hasta la superficie, donde el ojo experto de los paleontólogos puede distinguirlos de las rocas comunes.
Tierra de gigantes
Cuando se nombra el final del cretácico suelen venir a la mente los enormes dinosaurios que poblaban La Tierra. Sin embargo, en aquella época también existían pequeñas aves, insectos, peces y otros vertebrados e invertebrados que cumplían su papel en los ecosistemas. El registro fósil de estos pequeños animales esconde secretos que ayudan a estudiar la evolución y en qué momento de la historia aparecieron rasgos que siguen hoy en día, como el pico móvil.
En 1867, Thomas Huxley dividió todas las aves en dos grupos según la disposición de los huesos de su paladar, y esta clasificación se ha mantenido hasta nuestros días. Huxley observó que las aves podían tener estos huesos fusionados en uno solo o divididos en diferentes segmentos unidos por un cartílago móvil; y así se han clasificado las aproximadamente 11.000 especies de aves que existen en la actualidad. Las que tienen el paladar fusionado se denominan paleognatos o «mandíbulas antiguas», e incluye avestruces, emús y otras especies cercanas, mientras que el resto se clasifican en el grupo de los neognatos.
Tradicionalmente, y como indica el nombre, se ha asumido que las aves con la «mandíbula moderna» habían aparecido posteriormente. Además, la mayoría de las muestras fósiles encontradas hasta la fecha poseían la «mandíbula antigua», con el paladar unido. Investigaciones posteriores teorizaban que los neognatos debieron aparecer tras la extinción masiva del final del periodo cretácico hace 66 millones de años. Sin embargo, una investigación de la Universidad de Cambridge y del Natuurhistorisch Museum Maastricht recientemente publicada en «Nature» parece estar removiendo los cimientos de los estudios de más de 150 años.
Utilizando técnicas de tomografía computarizada, el equipo de Cambridge identificó huesos del paladar de una nueva especie de ave antigua y de gran tamaño que poseía dientes, a la que llamaron Janavis finalidens. Tras analizar detenidamente los restos que se encontraban dentro de una roca del tamaño de una naranja, los investigadores observaron que la disposición de los huesos del paladar mostraba que el especimen poseía un pico móvil y hábil, casi indistinguible del de la mayoría de las aves modernas. El fósil ha sido encontrado en dos partes que han encajado digitalmente y se trata de un hueso hueco que probablemente estuviese lleno de aire cuando el animal estaba vivo, como sucede en la actualidad para permitir el vuelo a los pájaros.
Este descubrimiento significa que la clasificación propuesta hace más de un siglo podría sufrir variaciones y que los nombres ya dados no serían los más adecuados. Y así, entre las conclusiones que se pueden extraer de este artículo, destaca que existe una alta probabilidad de que los cráneos de avestruces, emús y sus parientes evolucionaron «hacia atrás», volviendo a una condición más primitiva después de que surgieran las conocidas como «aves modernas». Los investigadores afirman que, aunque este descubrimiento no significa que haya que volver a trazar todo el árbol evolutivo de las aves, sí que reescribe nuestra comprensión de una característica clave de las aves modernas.